Estamos en la época precisa de las reflexiones sobre lo ocurrido con nuestra existencia. Es un milagro estar vivos hoy. Aún no hemos despertado de los efectos de la pandemia. O no hemos querido hacerlo del todo. El mito de la caverna de Platón sigue presente y nos tiene arropados. Quienes han sido más arriesgados y están tratando de hacer caso omiso a las preocupaciones que agobia a un alto porcentaje de la población (en salud mental, desempleo, pobreza, altas tasas de suicidios, aumento de número de personas fallecidas por temas cardiacos, etc.) no la tienen que estar pasando de manera inadvertida o como si fueran ciegos, sordos, mudos o en monotonía para evocar a nuestra cantante Shakira. Personalmente, la tranquilidad no la poseemos del todo. Sin embargo, la vida continúa. Debemos realizar las proyecciones de lo que se trabajará en el próximo año o en el inmediato futuro. En ello, contribuye los pasos gigantes al que nos ha sometido los avances tecnológicos. No se ha llegado a la deshumanización del todo, pero pareciera que ese fuera el reto. Todo es tecnología. Por donde se mire y se toque. Al respecto, un tema fundamental a trabajar de aquí en adelante tiene que ver con el rol del Estado. Un Estado que, hasta hace poco, era paquidérmico, pesado, lento, con pocas respuestas a las diferentes demandas de los ciudadanos.
Pero que, en la actualidad, eso ha cambiado substancialmente y sin darnos cuenta los ciudadanos de a pie. Si algo aportó la pandemia a la estructura del Estado, fue la adopción de tecnología e innovaciones para el cumplimiento de sus fines y funciones. Importante que, en estas vacaciones, se pueda dedicar unas horas de lectura del texto impreso por el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo-CLAD titulado: El Estado en la era meta. Del “Estado inteligente” al Estado inmersivo”; el cual da cuenta de lo que ya se está trabajando y lo que nos espera a quienes estamos o serán servidores en la administración pública. También, a los ciudadanos que esperan un Estado que responda a la altura de lo que significa y garantice la dignidad de las personas dentro de un Estado social de derecho. Ojalá que el gobierno del cambio matice bien estos aspectos. Allí se explica, cómo el avance tecnológico y de impacto sobre la economía permitieron el cambo de era. El por qué estamos en un mundo inmersivo: el metaverso. Así mismo, que el futuro del Estado esta en el meta. El hecho que su institucionalidad debe responder a un Estado 4.0 no fragmentado, balcanizado sino orgánico. Un Estado en el que todos sus componentes interactúan articuladamente. El fundamento por lo que se generarán nuevas competencias en una coyuntura distinta. Los elementos sobre la conformación de una élite en el servicio civil y las razones por las que el teletrabajo tiene que ser efectivo. No en vano se pasará de un Estado inteligente a un Estado invisible por su digitalización, robotización y que impacte hasta en las prácticas del gobierno.
Que todos los servicios y trámites públicos estatales serán simplificados y digitalizados. Que la población tendrá el calificativo de ciudadanos 4.0 y su interacción con el mismo Estado y el gobierno será como en una plataforma virtual. Es decir, que no tendremos un Estado abierto sino un Estado tester que responderá a la participación ciudadana y el ciudadano, será su objetivo fundamental. No al contrario. Que todo esto mutará en el proceso de las políticas públicas y conducirá a un Estado eficiente. En consecuencia, los protagonistas serán los métodos y no la improvisación, la ciencia y no la charlatanería. Que ya no irán más las firmas. Lo será la validación digital. Que esto lo revolucionará el Blckchain en marcha hasta en el proceso de la expedición de las leyes. Esto nos indica que la era del metaverso y las habilidades del Estado 2050, ya están andando. No es una inocentada. Es una realidad. Feliz año nuevo.