Los bomberos han extinguido el fuego de 74 velas para celebrar. La institución nació el 10 de octubre de 1950. Motivó su creación, la cantidad desbordada de incendios estructurales que dejaron en cenizas parte del centro de la ciudad.
Olmedo Polanco
El simbolismo del fuego purificador adorna los contornos de la Cruz. El Cristo es negro y de sus manos se descuelga un par de escapularios. Está iluminado por una bombilla dispuesta a sus pies y alimentada por energía eléctrica. La Biblia expone el Salmo 111. “Ha nacido entre las tinieblas la luz para los de corazón recto; el misericordioso, el benigno, el justo”. El oratorio está en el costado Norte del comando de Bomberos en Neiva. Como una paradoja, según su comandante Elmer Pérez Cerquera, las veladoras hacen parte de los ritos católicos y, a la vez, una de las principales causas de conflagraciones en la ciudad. “Ha sido muy difícil que la feligresía tenga más cuidado en sus expresiones de fe. No disponen la iluminación al santoral en sitios seguros. Hemos atendido muchos casos de incendios estructurales que se originan en una pequeña llama que alcanza una cortina movida por el viento”, expone. También refiere como origen de los conatos la mala calidad de las extensiones eléctricas instaladas en los arreglos navideños.
Las celebraciones de fin de año también alertan a los bomberos de la ciudad. “Sobre todo por la práctica cultural que incinera muñecos vestidos de años viejos”, advierte el teniente Pérez Cerquera. También la costumbre de lanzar al aire los globos de papel que pueden acabar con proyectos construidos en la tierra.
Luz Marina Barrios Acosta recuerda que el 31 de diciembre de 1995, una mecha desprendida de un globo cayó sobre el Centro Cultural Casatheus y lo destruyó por completo. “Una llamada telefónica nos alertó del humo y las llamas que salían de nuestra sede en el centro de la ciudad. Nos recibieron dos bomberos empapados y las cenizas aún humeantes. Pero, como el ave Fénix, nuestros sueños han renacido”, ha narrado Luz Marina.
El mal estado de las instalaciones eléctricas originó la mayoría de los siniestros en el centro de la ciudad en los años 50 del siglo XX. A continuación un ejemplo: El Tiempo, periódico bogotano, motivó a sus lectores para que apoyaran, a través de las suscripciones, a los damnificados por la candela que el viernes 6 de octubre, “…destruyó importantes edificaciones y causó pérdidas de mucha consideración en el comercio neivano”. (El Tiempo. Lunes 16 de octubre de 1950. Págs. 6 y 7). El domingo 15 de octubre, Gustavo Salazar Tapiero, gobernador del Huila, designó a los integrantes de la junta informadora de daños, así: Luciano Álvarez, en representación de las entidades bancarias; Gratiniano Camacho, autorizado por los damnificados, y José Domingo Liévano, a nombre de la Federación Nacional de Comerciantes.
En Neiva, permaneció durante una semana el teniente Armando Aljure Parra, que se desplazó desde Bogotá, con el fin de acompañar la conformación del cuerpo de bomberos de la ciudad. Aljure, que había sido oficial de la entidad de socorro en Bogotá, trajo hasta la capital del Huila el primer Jeep acondicionado para enfrentar incendios y adiestró al primer grupo de voluntarios en el municipio.
Construir sobre las cenizas y las ruinas
Fernando Torres Restrepo es arquitecto e historiador. Trabaja en la Secretaría de vías e infraestructura de la Gobernación del Huila y es miembro de número de la Academia Huilense de Historia. “Neiva cambió buena parte de su fisonomía urbana debido a situaciones catastróficas que la afectaron; sobre todo, la cantidad de incendios que se sucedieron en la primera mitad del siglo XX“, comenta.
Torres Restrepo ha revisado los archivos de prensa del periódico El Tiempo, con relación a acontecimientos en el Huila. Según las fuentes hemerográficas, a las 12:20 de la mañana, del 6 de octubre de 1950, se inició la más violenta llamarada de la que se tenga noticia en Neiva. “Afectó la misma manzana donde ocurrió una explosión el 26 de mayo del mismo año y que acogía al Pasaje Camacho”, me ha contado el historiador. “Quedó reducida a cenizas la manzana de mayor importancia comercial de Neiva”, complementa.
Las noticias en archivos documentales dan cuenta que el desastre se inició, al parecer, por un corto circuito en el almacén La Confianza, propiedad de Arturo Moreno. Las llamas se propagaron rápidamente y en menos de una hora consumieron más de 25 establecimientos comerciales, entre ellos: Almacén Berlín, de Marco Tulio Rojas; Almacén Éxito, de Augusto Ángel Santacoloma. También fueron consumidos por el fuego los negocios La Campana, La Confianza, El Gallo y El Día. Los almacenes Pavo Real y El Sombrero Rojo, habían sido afectados por la explosión del 26 de mayo.
“Poco tuvieron que ver las políticas de renovación urbana en el proceso de dar una nueva cara, ‘moderna’ a la ciudad, porque fuimos forzados a hacerlo sobre cenizas y ruinas”, afirma el arquitecto Torres. Considera, finalmente, que la mayoría de construcciones, levantadas luego de las conflagraciones, fueron dirigidas por maestros de obra que interpretaron las nuevas tendencias estéticas de moda y que permanecieron vigentes hasta no hace mucho, cuando la estética de las grandes vitrinas tomó el mando.
El comienzo para enfrentar las calamidades
La cantidad de emergencias provocadas por las llamas, no fue la primera consideración que tuvo el gobierno municipal para organizar el Cuerpo de Bomberos en Neiva. La decisión administrativa se apoyó en el hecho de que ya existía una máquina para controlar y derrotar el fuego. En el último considerando, Pablo Gutiérrez Vélez, alcalde, y Luis Roberto Uribe Galvis, secretario de Gobierno; afrontaron “…la última catástrofe acaecida recientemente en esta ciudad…” El gobierno local indicó que se habían perdido “…cuantiosas sumas y quedaron en la miseria meritorios ciudadanos…”. En consecuencia, era “…imprescindible procurar por todos los medios evitar dolorosos acontecimientos provocados por los elementos (sic) desencadenados”. (Archivo Municipal de Neiva. Decreto No. 239 del 10 de octubre de 1950).
El Club Social soportó su propio infierno
La élite neivana, agrupada en 120 socios accionistas y 180 de número; entre ganaderos, arroceros, algodoneros y profesionales de la medicina y el derecho, se quedó sin ‘trago’ y sin Club Social en la madrugada del viernes dos de agosto de 1957. Un pavoroso incendio, provocado por un corto circuito, consumió la bodega de licores y los dos pisos con todo y mobiliario. De nada les sirvió tener de vecina a la clase popular representada en los apagafuegos acuartelados en la Carrera Quinta, entre calles novena y décima, en pleno centro de la ciudad.
Las instalaciones del exclusivo lugar estaban avaluadas en 320 mil pesos y las directivas calcularon las pérdidas en 200 mil pesos. La Junta directiva del Club había contratado una póliza por 150 mil pesos con el Tigre de Suramericana. (El Tiempo. Archivo digital. Destruido por un incendio el Club Social de Neiva. Viernes 2 de agosto de 1957. Pág. 7)
En Neiva, la cultura popular se mofa aún de la élite local. Se ha mantenido el imaginario de que las llamas actuaron a sus anchas sobre elClub Social porque a los bomberos no los dejaron entrar por no estar acreditados como socios. En pocos días, la junta de administración del exclusivo lugar levantó de las cenizas la taberna, porque a través de fiestas y bazares se propuso la recuperación del lugar.
El 18 de abril de 1965 se quemó el Pasaje Camacho. El oficial de incendios y el personal de servicio atendieron con las máquinas 1 y 5 el llamado de emergencia hecho por el celador de la Galería. Acudieron a sofocar las llamas los bomberos Losada, Rivera, Nieva, Rodríguez y Herrera. Calcularon las pérdidas materiales en 100 mil pesos y afectaciones a 20 comerciantes.
Tragedias y celebraciones
El cuerpo de Bomberos de Neiva no sólo enfrentaba las emergencias causadas por las llamas; también atendía inundaciones, caprichos de autoridades civiles, y rescate de personas. Por cierto, dos días destinó la comisión de rescate, integrada por los bomberos Rodríguez, Euménides, Atanasio Figueroa y Manuel Vásquez; acompañados por un familiar que buscaban el cuerpo de Guillermo Cruz Martínez, desaparecido en el sitio El Limón, cuando tomaba un baño en el río Magdalena. Hasta el lugar los llevó el sargento Solano, conduciendo la máquina No. 1. (Cuerpo de Bomberos de Neiva. Archivo histórico. Minuta de guardia. Anotaciones de los días 16 y 17 de agosto de 1973. Sin paginación). Un neumático, una manila y dos canaletes, apoyaban a los hombres que se aventuraron río abajo desde el puerto de Las Damas.
Como a cualquier vecino de cuadra al que se molesta por una cucharada de azúcar, los periodistas le pedían equipos en calidad de préstamo a los matafuegos. A manera de evidencia, aparece entre la minuta y escrito a máquina sobre una tarjeta de presentación, lo siguiente: “Señor Comandante: Le ruego el favor que nos preste una escalera a Emisoras Armonías del Sur. Gracias. Augusto Williams Sanmartín”.