La Nación
El fuego: ¿nuestro aliado o verdugo? 1 25 septiembre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El fuego: ¿nuestro aliado o verdugo?

El fuego ha sido nuestro aliado más antiguo. Nos permitió defendernos, calentarnos, cocinar alimentos y moldear herramientas. Sin embargo, hoy nos acecha, enfrentándonos a lo que algunos llaman el Piroceno: una era marcada por incendios descontrolados que ponen en peligro la vida en la Tierra.

Las recientes imágenes de la Amazonía devastada por las llamas invitan a reflexionar sobre este elemento natural y su domesticación. Durante milenios, los rayos fueron la principal fuente de incendios. Con el tiempo, aprendimos a manejar el fuego, lo que permitió cocinar alimentos para hacerlos más digeribles; incrementando la ingesta calórica, vital en nuestro desarrollo cerebral. De igual manera, reunidos entorno a una fogata, encontramos protección, calor y un espacio que propició el tejido social. Con el dominio del fuego, vinieron innumerables revoluciones, la agricultura, construimos imperios, iluminamos ciudades o desarrollamos las tecnologías que hoy me permiten escribir estas palabras.

En cuanto al papel que juega sobre los ecosistemas, éste funciona como un depurador natural, eliminando material muerto, previniendo incendios mayores o controlando plagas. Incluso, el ciclo de vida de algunas especies depende del fuego: ciertos insectos encuentran necesario este ambiente para reproducirse, algunas semillas germinan únicamente bajo el calor generado, mientras que sus cenizas enriquecen el suelo con minerales y se abren espacios que impulsan nuevos procesos biológicos.

Pero la domesticación del fuego conlleva una gran responsabilidad. Una chispa puede recorrer más de 10 kilómetros con el viento, desencadenando desastres en áreas lejanas. Desafortunadamente, hoy el poco control sobre actividades humanas como la ganadería extensiva, el narcotráfico y el acaparamiento ilegal de tierras, provocan incendios deliberados. A esto se suman factores como la sequía, el calentamiento global y las emisiones de CO2, que intensifican este ciclo cada vez más feroz y frecuente, que tiene a nuestro municipio y a muchas otras regiones en crisis.

Es cierto que los incendios forestales no son un fenómeno nuevo; han sido parte de la dinámica natural del paisaje. Sin embargo, nos enfrentamos a una espiral de destrucción, ¿cómo podemos romper este ciclo y resignificar nuestra relación con el fuego? Además de combatir la corrupción que drena recursos para enfrentar estos flagelos, las entidades responsables de la gestión del riesgo deben aunar esfuerzos para evaluar daños, investigar causas y comportamientos de las conflagraciones; identificando áreas vulnerables para implementar medidas preventivas. Desde el ordenamiento territorial, incorporar componentes que actúen como cortafuegos en el diseño de ciudades resilientes. Asimismo, las corporaciones autónomas regionales deben establecer planes ofensivos de restauración de áreas degradadas, facilitando la regeneración de los ecosistemas entre estos eventos, además de ejercer el control ambiental que les compete. Pero, por encima de todo, desde la gobernanza es fundamental educar sobre el uso respetuoso y prudente de esta herramienta ancestral, así como judicializar a quienes lo practiquen de manera irresponsable.

El fuego cambió el curso de nuestra historia, y si lo manejamos con sabiduría, seguirá siendo nuestro aliado en lugar de convertirse en el verdugo que hoy nos tiene atrincherados.