La educación en Colombia ha avanzado. Gracias al esfuerzo de distintos gobiernos, algunos aspectos del sistema presentan mejoras, pero estamos lejos de tener la formación universal y de calidad que se necesita hoy. Esta es una verdad de apuño que debe invitarnos a una reflexión colectiva para abrirle el camino a una real política de Estado. Ningún esfuerzo aislado, así tenga continuidad, como sucedió en el gobierno del expresidente Uribe Vélez, tiene la capacidad suficiente para poner la educación en el camino apropiado, si ese rumbo no compromete los esfuerzos de las administraciones y la sociedad hacia el futuro. El mejoramiento del sistema no depende solamente del volumen de recursos que se asignen. Para superar las deficiencias, además de lo material y administrativo, se requiere una nueva actitud de las instituciones, la familia y la sociedad en cuanto a la tarea educativa. En alguna ocasión, siendo Embajador de Colombia en Suecia, invité a la hoy exministra Cecilia María Vélez, a que hiciéramos juntos un viaje a Finlandia, con el fin de conocer y entender sobre el terreno las razones del éxito de la educación en ese país. De aquel viaje tan ilustrativo, pueden mencionarse unas pocas lecciones útiles para construir la nueva visión que necesita Colombia: En primer lugar, el maestro ejerce una carrera atractiva para los profesionales y goza de respeto, admiración y estima social. De otro lado, la tarea del estudiante es estudiar, es decir, que disfruta de todas las facilidades, pero no hay ambigüedad sobre sus deberes. En tercer lugar, la sociedad y la familia juegan un papel central. Para concluir este apretado resumen, que debido al espacio deja muchas cosas por fuera, existe una gran oferta de medios tecnológicos al servicio del estudiante. Y otra lección importante, que se recoge del sistema educativo japonés, es la importancia para el desarrollo social y el crecimiento de la clase media, de una educación superior pública de calidad, sin cerrar el espacio para que operen las instituciones privadas de alto nivel de calificaciones. En uno y otro caso, el factor común radica en que la sociedad toda tiene que ver con el proceso educativo porque se trata de una inversión y apuesta colectiva. Ese es el clima que debemos crear en Colombia. Teniendo en cuanta las características de nuestro sistema, el mejor camino sería poner en marcha un amplio proceso de concertación nacional en la materia que siente las bases de un cambio fundamental con visión de largo plazo. Por supuesto que es difícil y complejo. No importa. El Tiempo que se le dedique será la mejor inversión que haga la sociedad colombiana. Actuar así, por otra parte, garantizaría la continuidad de la política porque el sentimiento de pertenencia de todos los actores de este esfuerzo sería su mejor defensa. Si Colombia quiere garantizar su futuro, tiene que quedar el gran salto educativo.