“Las periodistas del poder, las muñecas de la mafia, construyeron la tesis del terrorismo en la protesta y la criminalización del derecho genuino a protestar”. Con estas palabras pronunciadas el viernes pasado en un pueblo chocoano y replicadas el domingo en la noche en la televisión nacional, el presidente Gustavo Petro ha cometido el grave error de atacar y estigmatizar a las mujeres periodistas de todo el país.
Petro Urrego ostenta hoy la calidad de jefe del Estado colombiano y es él quien debe cumplir y dar ejemplo del deber de garantizar el derecho a la información y la libertad de prensa. Por eso, su desobligante y estigmatizante frase de llamar a las periodistas “muñecas de la mafia” es absolutamente reprochable, además porque saliendo de su boca, con todo el gran aparato estatal amplificándola, su daño se multiplica.
“Es una pena que el presidente Petro desperdicie su capital político sembrando odio y poniendo en riesgo el trabajo, la reputación y la vida de las personas. Esta vez, además, poniendo en evidencia su machismo y sesgos de género. Ni siquiera quienes han hecho un periodismo sensacionalista y falto de rigor merecen este tratamiento. Para juzgar su trabajo existen leyes y normas a las que el Presidente puede acudir”, dijo la reconocida periodista Claudia Palacios. Y ella tiene razón: el presidente Petro no puede generalizar y atacar a las personas cada vez que quiere; su cargo le exige que si tiene algún reparo contra alguien en particular lo tramite por los canales institucionales.
Es probable que el presidente Petro esté buscando ‘desahogarse’ ante los escándalos de corrupción que lo han sacudido, la baja popularidad, el mal momento de la economía y la seguridad y el pesimismo ciudadano, pero hace rato que el pueblo le está pidiendo a gritos que gobierne y no genere pugnacidad, que resuelva los problemas del ciudadano de a pie y no busque culpables, que promueva acuerdos y no forme divisiones.
