Durante 16 años, César Perdomo, un paleontólogo autodidacta de Villavieja, Huila, resguardó un fósil del ‘ave del terror’ en su colección. Encontrado en el Desierto de La Tatacoa, este hallazgo revela secretos del Mioceno Medio y resalta la importancia de los guardianes locales del patrimonio paleontológico en la región.
Jugar con arena y escarbar a nuestro alrededor para intentar encontrar objetos es la actividad favorita de cualquier niño. La curiosidad de descubrir qué hay debajo de nosotros y de dónde venimos es una inquietud universal. Para César Perdomo de 44 años de edad, nativo de la vereda El Líbano de Villavieja, Huila, estas preguntas se presentaron desde muy pequeño, exactamente desde los ocho años, cuando pastoreaba ovejas en el corazón del Desierto de La Tatacoa, un lugar conocido no solo por su impresionante paisaje sino también por sus ricos yacimientos de fósiles, que guardan secretos de hace unos 13 millones de años, en el apogeo del Mioceno Medio. En este entorno inhóspito y a la vez lleno de historia, César comenzó a descubrir vestigios de un pasado remoto. Lo que para otros podría haber sido simplemente una piedra, para él, eran tesoros escondidos esperando ser revelados.
Durante más de 36 años, ha dedicado su vida a la recolección de fósiles, convirtiéndose en un paleontólogo empírico sin igual. Su pasión y dedicación no surgieron de libros ni de estudios formales, sino de una curiosidad insaciable y un amor profundo por su tierra. Inspirado por las expediciones de la Universidad de Kioto, en Japón, y por la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, Estados Unidos, que exploraron la región en su juventud, César encontró en sus propias manos la herramienta para descubrir y preservar la historia natural.
Con una colección que alcanza las cinco mil piezas, ha reunido desde los fósiles más grandes hasta los más pequeños, entre los que se encuentran fragmentos de caparazón de tortugas gigantes. Cada pieza es un testimonio del antiguo ecosistema que alguna vez dominó la región, una ventana a un mundo perdido que César ha aprendido a interpretar con maestría.
Conforme pasaban los años, el interés de este hombre por los fósiles y su colección continuaba creciendo. El nativo de El Líbano de Villavieja no dejó que nada disminuyera su pasión, ni siquiera los conflictos de la guerrilla en ese entonces que obligaron a los científicos extranjeros a retirarse. Sin embargo, en 2010, la situación comenzó a cambiar. Los científicos esta vez nacionales empezaron a regresar.
César Perdomo, paleontólogo empírico que ha dedicado su vida a la recolección de fósiles.
Ese mismo año Andrés Link, de la Universidad de Los Andes en Bogotá, comenzó a visitar Villavieja con estudiantes y expertos en paleontología y geología. “En 2010 volví para entender el área donde se habían encontrado tantos fósiles de primates y donde se había detenido la investigación paleontológica. En ese momento conocí a un guía, Faiver Martínez, y con él comenzamos a recorrer el desierto. En 2012, realizamos la primera expedición grande con varios profesionales y estudiantes, después de casi dos décadas de que se hubieran retirado los científicos internacionales”, le indicó Link a LA NACIÓN.
Fue en uno de esos viajes en el año 2016 que conoció a César Perdomo. Ambos compartían un profundo interés por la paleontología y pronto se hicieron amigos. La conexión entre ellos no solo fortaleció la pasión de César por los fósiles, sino que también le permitió colaborar con la comunidad académica, compartiendo su invaluable conocimiento empírico y su vasta colección de piezas históricas.
La Tormenta
En el año 2019, tras la inmensa colección de fósiles encontrados por César, se inauguró el Museo La Tormenta. Este se ubica en el corazón del desierto, a orillas del anillo vial de La Tatacoa, en el límite entre las veredas El Líbano y Cabuyal. El museo abrió sus puertas para que expertos interesados en la paleontología y la geología acudieran a Villavieja a estudiar las piezas que con tanto esfuerzo y dedicación había encontrado César.
La Tormenta ha sufrido diferentes cambios a lo largo de los años. Un vendaval la derribó en una ocasión, pero fue reconstruida y actualmente tiene 20 metros de largo por 10 de ancho. El museo cuenta con una bodega donde se guardan innumerables piezas aún sin estudiar, a la espera de que jóvenes y científicos las investiguen. Además, posee una sala de exhibición y un pequeño laboratorio.
En La Tormenta se pueden encontrar xilópodos, partes de Astrapotherium, Pampaterio y muchos otros fósiles. Este espacio no solo es un testimonio del arduo trabajo de César, sino también un centro de aprendizaje y descubrimiento para todos aquellos interesados en desentrañar los misterios del pasado.
El hallazgo
En 2023, se celebraron los 100 años de investigación paleontológica del Desierto de La Tatacoa, un evento al que fueron invitados académicos y expertos, entre ellos Rodolfo Salas. Durante la celebración, Salas conoció la existencia de César Perdomo y se sintió atraído por los fósiles que este había recolectado a lo largo de los años, por lo que decidió visitar su museo.
“Rodolfo Salas fue invitado a la celebración de los 100 años de investigación paleontológica de La Tatacoa, y cuando vino, descubrió que César tenía en su museo un cocodrilo terrestre muy interesante. Rodolfo quiso estudiarlo, así que comenzó a investigarlo, además de otras piezas que también estaba analizando. En noviembre de 2023, Rodolfo Salas regresó a La Tormenta para estudiar ese cocodrilo, y mientras revisaba la colección de piezas de César, encontró el ‘ave del terror’”, contó Andrés Link.
Según National Geographic, estas aves son “descendientes de los dinosaurios y especies no voladoras, fueron una familia de aves carnívoras que aterrorizaron a la fauna de Sudamérica durante muchos millones de años… Tenían un poderoso pico en forma de gancho y, gracias a sus patas largas, se movían hasta a 50 kilómetros por hora”.
Para César Perdomo, esta noticia fue una sorpresa, pues la pieza en cuestión la había encontrado hace 16 años, una tarde en la que realizaba sus habituales recorridos en busca de fósiles. La había guardado y custodiado celosamente como parte de su invaluable colección.
“Yo lo encontré, mi pasión son los fósiles, mi familia son los fósiles. Entonces, en una de esas salidas, una tarde, lo encontré… lo llevé a la colección que tengo, que humildemente he ido construyendo. Hace un año vino el profesor Rodolfo Salas, y entonces abrió los materiales con mucho cuidado y calma, hicimos un registro, y en una de esas, cuando salió, nos dijo: ‘Encontré el resto de un ave, y es el ‘ave del terror’’. En ese momento pensé que el profesor me estaba tomando el pelo, pero me quedé callado, a pesar de mi alegría”, sostuvo con entusiasmo el señor Perdomo.
Este fósil, fundamental para la paleontología, encontrado en La Venta, está a disposición de la ciencia. Según dice César, “mi sueño es que las nuevas generaciones hagan cosas nuevas, si yo no alcanzo, que la nueva generación la estudie y la documente bien, para que ese patrimonio se salve y no desaparezca. Es mi sueño, y pues La Tatacoa para mí es un paraíso”. Entre sus aspiraciones está el fomento del turismo científico y paleontológico en La Tatacoa.
El reciente hallazgo en La Venta corresponde a un hueso de la pata de una de las aves gigantes conocidas como aves del terror, destacándose por su tamaño superior al de sus parientes en otras regiones del continente. Este descubrimiento abre nuevas posibilidades para encontrar más fósiles en la zona.
A nivel global, los restos de estas aves han sido encontrados en varios países, incluyendo Estados Unidos, Brasil, Argentina, Perú, Uruguay y, más recientemente, Colombia. Argentina destaca por tener la mayor cantidad de yacimientos de estas aves.
Las aves del terror, con sus cuerpos esbeltos y adaptaciones especializadas para la caza terrestre, fueron los depredadores dominantes de Sudamérica durante la era Cenozoica. Coexistieron con grandes mamíferos y otros depredadores.
Réplica del cráneo de esta ave, junto al fósil encontrado en La Venta.
Impacto del hallazgo
Javier Luque, geólogo de la Universidad Nacional de Colombia, comentó sobre el impacto de este hallazgo: “El descubrimiento del ‘ave del terror’ es muy importante por varias razones. Primero, porque es la primera evidencia sólida que tenemos de que estos animales sí estaban en el territorio. Estas grandes aves comían mamíferos, y la pregunta es: si no vuelan y están desde Florida hasta Argentina, ¿por qué no las encontramos aquí en el trópico ecuatorial? La respuesta es que el trópico está lleno de vegetación, lo que hace que haya menos exposición de roca. Además, las aves, especialmente las de gran tamaño, son más delicadas para fosilizarse. Este hallazgo, aunque sea de unos fragmentos, proporciona suficiente información para decirnos que existían en el territorio. Es muy significativo porque ahora tenemos un nuevo integrante en la comunidad ecológica del bioma de La Venta en el Mioceno”.
Este descubrimiento destaca la importancia de las contribuciones locales a la paleontología. El trabajo incansable de César Augusto Perdomo, junto con otros apasionados de la zona por este tema, es vital para la preservación y estudio de los fósiles en Colombia. El Desierto de la Tatacoa, con su rico patrimonio paleontológico, sigue siendo un lugar de inmenso valor científico. La colaboración entre científicos profesionales y los conocedores locales promete seguir desvelando los secretos del pasado y enriqueciendo nuestro entendimiento de la biodiversidad histórica de la región.
Así era el ‘ave del terror’. Algunas alcanzaban los 2,5 metros de altura. Foto: Ilustración artística. Foto: DALL-E/Christian Pérez.