La violencia desatada por las disidencias de las Farc al mando de ‘Iván Mordisco’ sigue, lamentablemente, cobrando vidas inocentes, como la de don Rafael Ángel González Araujo, el ciudadano de 59 años de edad, que murió ayer tras permanecer en una Unidad de Cuidados Intensivos.
Don Rafael fue quien recibió todo el impacto de la motocicleta-bomba que un disidente de las Farc dejó el 12 de junio pasado en un sector del municipio de Jamundí, Valle del Cauca.
Al haber recibido de frente la onda explosiva, la condición en que quedó don Rafael fue desde el primer momento crítica. Fue internado en una clínica caleña, en donde fue sometido a toda clase de cirugías. Un reciente reporte señalaba que en medio de esos procedimientos, los galenos debieron amputarle uno de sus brazos. Tristemente, don Rafael, de nacionalidad venezolana, no soportó las quemaduras sufridas en la explosión y se produjo su deceso, del cual informó ayer muy temprano la Policía.
Don Rafael no era un hombre acaudalado ni hacía parte de las élites vallecaucanas ni asistía a banquetes en clubes. Había llegado a Colombia hace cinco años y se ganaba la vida cuidando motos y carros en la zona donde ocurrió el atentado. Un hombre sin mayores recursos.
Don Rafael engrosa ahora el listado de las víctimas civiles que está dejando la escalada de atentados terroristas propiciada por una vertiente de las disidencias de las Farc en Valle del Cauca, Cauca, Nariño y otras zonas del territorio colombiano, como presión al Gobierno Nacional para que se siente de nuevo a dialogar. El Gobierno ya ha dicho en varias oportunidades que ese grupo de disidentes aprovechó el cese al fuego para fortalecerse militarmente.
En efecto, se han fortalecido y en su andanada contra el Estado, están dejando una estela de dolor y muerte en numerosas familias humildes.