Lenta evoluciona la humanidad. Difícil descontaminar la consciencia colectiva, superar lo ilusorio, la moral de rebaño, origen de todos los males.
Lo ilustraron los antiguos nórdicos con el mito de “La Serpiente de Midgard”. El huevo del pavoroso monstruo cultivaba caos, destrucción, miseria…
Conocimiento mitológico de un pueblo para todos los pueblos, para todos los tiempos. Para Colombia donde diversas instituciones del Estado actúan como “La Serpiente de Midgard”. Depositan huevos de serpientes en todo el país. Siembran caos, odios, guerras. Destruyen al ser humano, física y espiritualmente.
Huevos de serpiente deposita el Congreso. En vez de legislar en favor de los colombianos, legisla a favor de las élites. En vez de construir futuro, consolida pasado. En vez de fomentar desarrollo, persiste en el atraso.
Huevos de serpiente depositaron los congresistas del Centro Democrático y Cambio Radical. Negaron el mejoramiento laboral de campesinos colombianos. Se opusieron a los contratos agropecuarios, salarios dignos, derechos a prestacionales, solo para consolidar la avaricia latifundista y empresarial del campo.
Prefirieron los intereses de terratenientes, propietarios de las mejores tierras. Grandes extensiones sin desarrollo moderno, ni premoderno. Feudalismo suntuoso, estúpido y peligroso. Únicamente tierra para el placer del poder. Peligrosa élite agraria, aliada con paramilitares y políticos corruptos.
Optaron por el caos, arrinconar a los campesinos en predios de los múltiples Eln, de las diferentes disidencias de las Farc, del Clan del Golfo y bandas delincuenciales quienes los tratan mal, pero no tan mal como los terratenientes. No los protegen, pero se sienten menos protegidos por el Estado conservador.
Huevos de serpientes siembra el Ejército Nacional. En vez de proteger la población civil, se alían con paramilitares, asesinan campesinos indefensos, promueven guerras. Huevos de serpientes deposita el poder judicial. En vez de aplicar justicia imparcial, favorece al mejor postor, al más poderoso, al más delincuente. Desconoce la justicia con independencia, la ejerce según ideología, según el político. Escasa justicia con transparencia, prefiere mercadear sentencias, crear bandas de togados.
Colombia, país de minas antipersonales y huevos de serpientes depositados por delincuentes menores y delincuentes mayores. Aquellos, por la mezquindad del narcotráfico; estos, por la voracidad del Estado.
Entre delincuentes mayores y menores, guerras y falsos positivos, se aclara la consciencia. Cada vez es más difícil sostener la máscara. Cada vez más se devela la delincuencia de la élite colombiana y de los revolucionarios también. Lo predijo Borges, el huevo de la serpiente simboliza además “…un ciclo de vida, muerte y renacimiento”. Los colombianos nacen, por primera vez, entre los nauseabundos escombros de un Estado humanamente colapsado.