El Huila y Antioquia: características similares y destinos divergentes (1)

Del siglo XVIII en adelante los dos departamentos, con algunas diferencias, vivirán un acaecer similar: regiones de minería y cafeteras. Pero su historia se hace divergente a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
 
Examinemos primero el caso de Antioquia. En su último informe al rey (1784) el inspector real Juan Antonio Mon y Velarde escribió que la Provincia de Antioquia, “la más atrasada del reino”, llegaría a ser la más opulenta. Tulio Ospina Vásquez lo llama “El Regenerador de Antioquia” en el libro que sobre su labor publicó en 1900 por haber impulsado obras en beneficio de la agricultura, de la colonización como medio para superar el inequitativo reparto de la tierra en la Provincia, de las vías de comunicación, de la salud y del comercio.
 
El programa de población del oidor ilustrado suscitó quejas entre los terratenientes y los llamados empresarios territoriales por las expropiaciones de tierras en las zonas de colonización, pues se atribuían la propiedad de los baldíos y de los terrenos habilitados por los colonos en su empresa migratoria. Buscaban así no sólo hacerse a las tierras, sino además someter a los colonos al trabajo en sus haciendas para solucionar sus necesidades de mano de obra. Este proceso continuó durante la llamada Colonización Antioqueña (entre 1797 y 1920). Con el fin de justificar el despojo, como ha escrito el historiador Jorge Orlando Melo, interpusieron demandas contra los colonos haciendo aparecer cédulas reales, asignaciones de baldíos, concesiones que venían de la Colonia, escrituras, y más y más papeles enfrentados a la palabra oral de los campesinos que no disponían de esos mamotretos coloniales.
 
Alejandro López describió este litigio en su obra Problemas colombianos (1924) como “Una lucha sorda entre el papel sellado y el hacha; entre la posesión efectiva de ésta y la simplemente excluyente de aquél.”
 
Ya avanzado el siglo XX James Parsons y Luis Eduardo Nieto Arteta analizarían la Colonización Antioqueña para llegar a una conclusión según la cual significó la democratización de la propiedad rural en Antioquia. Pero en las décadas finales del siglo XX Catherine Legrand comprobaría en una exhaustiva y profunda investigación intitulada Colonización y protesta campesina en Colombia,  que los colonos sólo pudieron hacerse al 17% de la tierra.
 
La Colonización Antioqueña expandió el cultivo del café (iniciado en las dos últimas décadas del siglo XIX)  hasta llegar a ser Antioquia el primer productor nacional del grano, sentando las bases del crecimiento económico: creó un mercado interno y favoreció el desarrollo del transporte interregional, factores que unidos a los rendimientos mineros y a la diversificación y ampliación del mercado mismo  proporcionaron la acumulación del capital necesario para crear allí una poderosa industria textil.
 
Antioquia decidió así dar el paso a la Modernidad. Sin embargo se reduciría a ser un proyecto modernizante debido a la extraña mezcla de productividad y religiosidad que por influencia del obispo Manuel José Cayzedo  caracterizó al denominado Modelo Empresarial Antioqueño, según sostiene Alberto Mayor Mora en su libro “Ética, trabajo y productividad en Antioquia”. Al lado de esto, como escribe Jesús Antonio Bejarano en El despegue cafetero (1900-1928), “…Caldas, los Santanderes, Huila y Tolima, se resignaban a la fabricación de artículos de consumo en pequeños establecimientos sin ninguna proyección industrial.”
 
La minería en Antioquia, por su parte, se tecnificó a partir de la década del 60 del siglo XIX cuando los propietarios de las minas trajeron al país a ingenieros y técnicos suecos, alemanes a ingleses para dirigir su explotación. Esto, unido a la creación de los denominados laboratorios de fundición y ensaye en Medellín y otras localidades, permitieron la exportación de oro y plata en barras a Londres y París. Este hecho, junto a la exportación del café, puso a los empresarios antioqueños en contacto con el comercio internacional, les permitió una vinculación directa con el sistema financiero inglés, y les proporcionó facilidades para acceder a recursos externos y operar como intermediarios en el negocio de divisas.
 
La naciente burguesía industrial antioqueña preparó además a sus cuadros y a la clase obrera necesaria para la industrialización: envió a sus hijos a estudiar ingeniería de minas y metalurgia en los Estados Unidos o en la Escuela Nacional de Minas de Medellín fundada en 1886, o textiles en Francia e Inglaterra; y creó la Escuela de Artes y Oficios para que allí se preparara la mano de obra masculina y femenina, lo que se hacía también en los talleres de la Sociedad de San Vicente de Paul desde 1882.
 
A manera de síntesis de todo lo hasta aquí consignado, podemos decir que en Antioquia el ciclo comercio-minería-café permitió la acumulación del capital necesario para dar comienzo a la industrialización del Departamento desde los años iniciales del siglo XX, cuando en 1903 se funda allí la primera fábrica que en sentido estricto hubo en el país: la Fábrica de tejidos de Bello.
 
(Esta columna continuará la próxima semana).

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