Seguramente no somos pocos los colombianos que consideramos que es un desacierto del gobierno de Gustavo Petro la creación por decreto del Instituto Nacional de Vías Regionales – INVIR, no sólo por tratarse de una expresión más del sistema centralista que históricamente que ha maltratado las regiones que integran la diversidad económica, social y cultural de nuestro país, sino porque es una demostración de una posible duplicidad administrativa teniendo en cuenta que existe desde hace muchos años el Instituto Nacional de Vías – INVÍAS.
Las funciones asignadas a la nueva entidad, por supuesto que responden a una necesidad evidente del sector rural, como son las vías terciarias, esenciales para el desarrollo de la economía campesina, el turismo y demás actividades productivas del campo colombiano. Pero hacerlo a partir de la creación de un nuevo organismo burocrático, seguramente con más dos mil empleados y que tendrá de contar con direcciones regionales en cada departamento, implica lógicamente comprometer grandes sumas presupuestales para su funcionamiento. Lo acertado hubiera sido que el INVÍAS asumiera esa responsabilidad o que los recursos se trasladaran a los municipios, entidades territoriales cuyos alcaldes y concejales conocen a fondo las debilidades viales de sus zonas rurales, permitiéndoles en muchos casos interactuar con los municipios vecinos.
Por otra parte, nada ha generado tanta polémica como la capacidad que se otorga a esa nueva entidad para contratar directamente las obras, a dedo, sin control alguno, sin estudio técnico de los proyectos y sin limitación de cuantía con organizaciones de la comunidad rural, pasándose por alto la ley de contratación pública, lo cual implica riesgos de diverso orden como corrupción, obras sin terminar, obras no prioritarias o que simplemente llenen las ambiciones de gamonales rurales y no los de la comunidad en general.
El nuevo Instituto parece que hubiera sido concebido por inexpertos en Administración Pública y en el manejo y control de las finanzas públicas. Lo hicieron sólo pensando en los métodos populistas para ganar adeptos, sin tener en cuenta los costos de funcionamiento y los riesgos que envuelve una decisión de esos alcances. De otra parte, ¿Qué suerte les espera a los actuales funcionarios del INVÍAS si la nueva entidad creada implica su supresión definitiva? Lo lógico hubiera sido aprovechar la experiencia de largos años que INVÍAS tiene en la atención de los problemas viales del país dotándola de recursos para que asumiera esas nuevas responsabilidades en favor de las zonas campesinas de nuestro país.