En el sentido clásico, un humanista es un filántropo, un enamorado de sus semejantes en cuanto entregar su propia existencia, inteligencia y conocimientos al servicio de los demás. En el sentido clásico, un humanista es un filántropo, un enamorado de sus semejantes en cuanto entregar su propia existencia, inteligencia y conocimientos al servicio de los demás. Eso fue el Maestro Antonio Iriarte Cadena, que nos acaba de dejar a los tempranos 67 años de edad, poco después de entrar a disfrutar de su merecida jubilación tras 25 años de regar en miles de alumnos toda su savia intelectual. Le quedaba un mundo por descubrir y otro más grande por aportar de su personalidad sin par. El Maestro Iriarte, Licenciado en Ciencias de la Educación por la U. Pedagógica Nacional y Master of Arts en University of Northern Iowa, en USA. Amén de catedrático en Literatura de la Usco y guitarrista clásico, especializado en el Siglo de Oro español, en el desempeño de su brillante carrera cosechó numerosas distinciones públicas y privadas, y publicó numerosos artículos y estudios. Su novela “El retador de Vivaldi” fue seleccionada como finalista del Concurso Nacional de Novela Plaza y Janés en 1991. De ésta dijo el crítico Ignacio Ramírez, en El Tiempo en 1993: “… una novela dispuesta como un encuentro boxístico con sus preámbulos de cábalas, ansiedad, apuestas, triquiñuelas… un trabajo literario interesante, serio, en el cual se descubren estrategias para equilibrar el relato, la historia del hombre común y corriente, con una estructura narrativa que, dentro de preceptos técnicos tradicionales, limpio lenguaje cotidiano y ostensible vocación literaria, logra llevar al lector hasta la última página y compartir los avatares de la vida triste de Tomás Matéus.” Era quizá el intelectual colombiano que más había estudiado al misterioso antropólogo y escritor Carlos Castañeda, de quien hizo un estudio crítico en “La Razón Vulnerada”. Se ocupó igualmente de la selección de artículos y ensayos sobre pedagogía de la literatura, humanidades y crítica literaria en “El Arte de Maravillar”. Mezcló el Maestro Iriarte la pedagogía y la escritura con la guitarra clásica, que marcaron su vida como un ejemplo. Con una robusta formación del espíritu en campos diversos y complementarios, la Universidad y el Huila se han quedado sin uno de esos invaluables símbolos de prestigio y seriedad académica, de un representante emérito incuestionado en lo profesional, personal y familiar. Como lo definió hace pocas semanas el profesor Carlos Bolívar, de la misma Usco, Antonio Iriarte Cadena fue ajeno por completo durante su paso por esta alma máter, de participar en protagonismos mesiánicos, componendas y actos bochornosos o de maleficencia. Lastimosa, o afortunadamente para él, Antonio Iriarte Cadena no fue partícipe de la vida política, social o económica de la región, que son aquellos espacios más públicos y, por lo tanto, generadores de mayor reconocimiento, casi nunca en proporción directa a las mejores cualidades humanas. Lo hizo en el espacio más complejo y profundo de la condición intelectual, en el de Maestro, formador y forjador de personalidades, ideas y proyectos de vida. Sus méritos fueron los de la inteligencia y el valor humanos, y ese su gran legado en una tierra que adolece de hombres de su enorme circunstancia. El Huila perdió a un gran docente, pero ante todo a un gran humanista que dejó una huella que lo hará perdurar. DESTACADO “El Huila perdió a un gran docente, pero ante todo a un gran humanista que dejó una huella que lo hará perdurar”. Editorialito Pese a la controversia, el Congreso no tiene otra opción que hundir el esperpento de la reforma a la justicia, llena de colosales ‘micos’ que desvirtuaron el original propósito. Mantenerla, como lo reconoció el presidente Santos, generaría un verdadero caos institucional a favor de la corrupción.