El gran reportero polaco, maestro del periodismo del siglo XX, Ryszard Kapuscinski fallecido hace seis años, decía que el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse. El gran reportero polaco, maestro del periodismo del siglo XX, Ryszard Kapuscinski fallecido hace seis años, decía que el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse. Traducido a nuestro entorno, valdría decir que el oficio del periodista no es convertirse en juez, fiscal o acusador de la sociedad y de quienes ejercen el poder frente a la comunidad, y pretender que el mejor es aquel que tumba a un ministro o pone en aprietos al Presidente sino ése que, poniendo a la luz determinados acontecimientos anormales o irregulares, les cuenta a los gobernados qué clase de gobernante tienen. Qué pase con ese líder dependerá de las autoridades instituidas para ello, y habrá un punto en el que la labor del reportero será únicamente la de hacerle seguimiento al asunto, no de condenar ni absolver. Hoy, en la celebración que la sociedad colombiana hace al más hermoso oficio del mundo, como lo llamó Gabriel García Márquez, es pertinente relievar estos aspectos muy en boga en un mundo de aceleración tecnológica, de rapidez noticiosa y de afán mediático. Del mismo Nobel de Aracataca extractamos estas frases en la misma línea: “Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo”. Estamos pues, frente a grandes retos en materia de calidad periodística. Y no es precisamente que la sociedad en todos sus ámbitos reclame a diario menos volumen informativo y mayor rigurosidad, quizá lastimosamente sea al revés, pero ello mismo entraña un compromiso mayor; no se trata, al estilo del imperio romano, de dar al pueblo lo que quiere, es decir pan y circo, sino de tratar de orientar en el sentido correcto el rumbo del mundo a través de un ejercicio serio, responsable y altamente ético del oficio. Tenemos, a diario, que romper con aquel esquema que el propio Kapuscinski cuestionaba: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”; la verdad, o su búsqueda por lo menos, debe ser el principio orientador, la base esencial del trabajo de informar y de ahí en adelante el buen resultado está garantizado. Sabemos de sobra los riesgos de ejercer este noble oficio en un país convulsionado, pletórico de acontecimientos susceptibles de convertirse en gran noticia diaria, intenso en su trajín cotidiano; pero aún más debemos ser conscientes del alto grado de responsabilidad que nos compete para servir, justamente, a que esta sociedad nacional se estremezca menos por lo urgente y más por lo importante. “Debemos ser conscientes del alto grado de responsabilidad que nos compete para servir, justamente, a que esta sociedad nacional se estremezca menos por lo urgente y más por lo importante”. Editorialito El Huila tendrá baloncesto profesional, otra disciplina que revive las pasiones. Y con un equipo para competir en las grandes ligas. La presentación oficial del ‘Club Bambuqueros’, bajo la orientación del técnico cartagenero Tomás Díaz es el punto de partida. Sin duda, otra opción para promover grandes talentos.