El mercantilismo (II)

Tras el panorama de las transformaciones que condujeron de la economía feudal al desarrollo del capitalismo vamos a caracterizar el pensamiento mercantilista: 
 
1. Algunos escritores identifican al mercantilismo con la estructuración del Estado. Se destaca en primer plano la erección de Estados–naciones, el sistema monetario y el proteccionismo. Pero las razones fundamentales para la aparición del mercantilismo como tal fueron el desplome de la economía feudal y el auge del comercio. Sin embargo la pretendida identificación entre la ganancia de los comerciantes y el bien nacional empezó a ponerse en tela de juicio a partir de 1550 por Sir John Masone, y durante los 150 años siguientes las dudas crecieron hasta convertirse en un mar de protestas.
 
2.  En la fase del capitalismo mercantilista el comercio fue la fuerza dominante del desarrollo económico, y la circulación de bienes o mercancías fue la esencia de la actividad económica. Su finalidad, la acumulación de dinero, correspondía a las ideas tradicionales de la riqueza y de los objetivos de la política nacional.

La búsqueda de oro en tierras lejanas es la forma específica que primero tomó la expansión comercial.  Colón dijo: “¡El oro es una cosa maravillosa! Quien lo posee es dueño de todo lo que desea. Con el oro, hasta pueden llevarse almas al paraíso”[1]. Lutero decía que los alemanes estaban enriqueciendo a todo el mundo y empobreciéndose a sí mismos enviando su oro y su plata a los países extranjeros. Serra, el gran mercantilista italiano, afirmaba que todo el mundo sabía “Cuan importante es, así para los pueblos como para los príncipes, que el reino abunde en oro y plata”[2]. Y, consecuentemente, Tomas Mun sostuvo que el fin de la política es aumentar el tesoro metálico del reino. En resumen, los mercantilistas identificaban dinero y capital.

Tenían una preocupación fanática por vender. El horror a acumular bienes o mercancías no vendidas aparece en todos los escritos de los mercantilistas. Este horror a los bienes se reveló de manera particular en la esfera del comercio exterior y tuvo como consecuencia la búsqueda de un excedente de exportaciones, es decir, el deseo de crear un excedente de riqueza. El único excedente por ellos conocido se producía si se ganaba en las ventas. La  identificación –que es más una confusión– entre dinero y capital, tenía bases precapitalistas. La palabra “riqueza” la usaban en el sentido de “capital”. El comercio, sostenían, depende de la abundancia de dinero: cuando el dinero escasea, el comercio es flojo; cuando el dinero abunda, el comercio florece.
 
No obstante resulta necesario mencionar un matiz de las teorías de Thomas Mun, quien introduce el concepto de “Capital”.  Ya no habla sólo de riqueza ni identifica dinero y capital. Distingue con claridad una porción de riqueza, que generalmente toma la forma de dinero, a invertirse como “Capital”, es decir, destinada a rendir un excedente. Además insistió en el valor irreemplazable del comercio, para el cual el dinero es sólo un medio.
 
3.  Los mercantilistas pensaban que el dinero era productivo, pero en su afán de obtener capital–dinero sus intereses chocaron con los de quienes podían proveerles de él, lo cual hace entendible otra singularidad común a todos los representantes del pensamiento mercantilista: su repudio a la usura a pesar de su gran estimación por el dinero. Así por ejemplo, Gerald Malynes estableció una diferencia entre interés y usura, y defendió el control de las tasas de interés. Sir Thomas Culpper, en 1621, abogó en favor de fijar una tasa máxima de interés. Sir Josiah Child sostenía que la tasa baja de interés era la causa de la riqueza y no su efecto, al estimular el comercio y la capacidad de competencia de los comerciantes ingleses.

Esta actitud de los mercantilistas anglosajones contra las altas tasas de interés se explica en una época de gran escasez de fondos líquidos, de servicios bancarios elementales y de contradicción progresiva entre los manufactureros–comerciantes (embriones del futuro capitalismo industrial), los artesanos y los grandes comerciantes financieros.
 
En síntesis los indicativos básicos y comunes a todos los portavoces del pensamiento mercantilista son: la actitud favorable a vender, el horror a los bienes, la avidez de acumular dinero y la oposición a la usura.
 
Finalmente, y para terminar la presentación de la primera parte del mercantilismo, digamos que en la práctica de los gobiernos a fines del siglo XVII y en la mayor parte del XVIII, son visibles el proteccionismo total a la producción nacional y a las exportaciones, y la reglamentación por parte del Estado. 
 
En aquel tiempo se estaban echando las bases de la industria moderna. Los métodos eran las alcabalas o embargos sobre las importaciones, la prohibición de exportar herramientas y obreros especializados, el impulso a las importaciones de materias primas o de su producción en el país, el control sobre la calidad de los productos y los subsidios a quienes establecían industrias nuevas. Además el verdadero significado del desarrollo de la normatividad regente sobre la industria y el comercio a escala nacional durante el siglo que precedió a La riqueza de las naciones (1776)de Adam Smith, se halla en el nacimiento de la segunda fase de desarrollo del capitalismo, o sea el llamado capitalismo industrial.
 
Las tesis y la política mercantilista ya habían derogado las restricciones provenientes de la Edad Media y contribuido a crear Estados nacionales unidos y poderosos. Estos, a su vez, se convirtieron en potentes  maquinarias para promover el comercio hasta que el capitalismo mercantil se transformó en capitalismo industrial. En Inglaterra –el país capitalista más avanzado del mundo de entonces– y en Francia, lugares donde esta novedad  se concluyó primero, el poder del Estado se aplicó a un uso inédito: ayudar a la industria a conseguir la supremacía económica.
 

 

[1]ROLL, Eric.  Historia de las Doctrinas Económicas.  México, F.C.E., 1996, p. 67.
[2]Op cit., p 62.  

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