A partir de lo registrado en los dos artículos anteriores tratemos ahora la segunda parte del desarrollo del capitalismo mercantil, correspondiente a la expansión del capital industrial a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, cuando surgirán los fundadores de la ciencia de la Economía Política.
Esta segunda parte del desarrollo del capitalismo comercial es en realidad la correspondiente al periodo de transición del capitalismo comercial o mercantilista al capitalismo industrial. Se expresará en tres oleadas de pensamiento:
1 Una corriente filosófica que alude a la madurez del pensamiento político desde su origen canónico -es decir, cuando aún estaba ligado a ideas religiosas medievales- hasta el radicalismo filosófico.
2. El avance del pensamiento económico inglés a partir de los últimos mercantilistas.
3. El sistema fisiocrático, creación de pensadores franceses del siglo XVIII.
La liberación del pensamiento del poder de la iglesia llevó al furor del mercantilismo. El boom económico destruyó la autoridad eclesiástica en asuntos civiles. La emancipación de la política de lo teologal es más contundente. Algunos pensadores se interesaron también en realidades económicas.
Sin más, ocupémonos de la corriente filosófica que acompañó la expansión de esta segunda parte del mercantilismo o periodo preclásico, en una línea temporal que va de las tesis de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) hasta las de Jean Bodin (1530-1596), Francis Bacon (1561-1626), Thomas Hobbes (1588-1679) y John Locke (1632 –1704).
Con Maquiavelo y Bodin se empezó a examinar la investigación del problema social con base en los vínculos entre los hombres y no en el del hombre con Dios. El fruto es evidente en la teoría del Estado.
Aquí fue Maquiavelo quien más influyó: desde la Italia del siglo XVI pudo ver la decadencia de la sociedad feudal, la sustitución de la autoridad eclesiástica por la secular y la lucha por la unidad nacional. La dirección de la política se cimentó en la falta de escrúpulos al servirse del poder (el fin justifica los medios). Sólo la fuerza bruta, más el ardid y el oportunismo, podían dar y mantener en el mando a un príncipe o gobernante.
Maquiavelo fue defensor del Estado nacional centralizado. El desarrollo capitalista, cuyo inicio se dio en los países florecientes de Europa, era irreconciliable con la fragmentación feudal -óbice para el despegue de la industria y el comercio- y con la ausencia de una organización política única, por lo que aprobó la unificación política de Francia. Quiso una Italia políticamente unida y sin subordinación a los extranjeros, superando las discordias entre las diversas zonas del país, las disensiones entre los feudales, y la falta de entendimiento entre el poder secular y el eclesiástico.
En los albores del siglo XVI la economía italiana entró en decadencia, pues los descubrimientos de ultramar desplazaron las rutas comerciales hacia el Atlántico. El comercio mediterráneo perdió su anterior importancia y las repúblicas comerciales de Italia cayeron en una época de crisis. Se fortaleció así el poderío económico de Francia e Inglaterra.
La burguesía Italiana, en especial la de las repúblicas más poderosas -Florencia y Venecia-, tendieron a vencer sus dificultades y gestionaron la unificación política del país. Maquiavelo fue su ideólogo: manifestó su desdén por todo lo que debilitara al Estado y su integridad, y elogió lo pertinente a la gloria de su ímpetu, su unidad y la expansión de sus fronteras. Traduciendo las reivindicaciones de la burguesía se pronunció a favor de un Estado nacional libre del influjo de la Iglesia Católica feudal, y condenó del modo más implacable a la ventura teocrática por cuanto se oponía al progreso político burgués.
Desde entonces la filosofía social se basó en cimientos racionalistas y positivos.
Bodin, en su obra Los seis libros de la república (1576), sentó las bases de la teoría sobre la urgencia de tener una autoridad soberana central y secular. Abogó así por el Estado soberano moderno, que iba a ser origen de todo derecho y de todo orden. El Estado, pensaba, tenía límites a su poder, prescritos por la ley divina y la ley natural.
Valedor del derecho de propiedad privada y del libre comercio percibía una probable contradicción entre el Estado y la sociedad, por lo cual buscaba la garantía del consentimiento de los súbditos a la autoridad del Estado. A pesar de ser simpatizante de la monarquía absoluta declara que el soberano no es dueño de los bienes de sus súbditos, y no puede establecer tributaciones sin el consentimiento popular. Fue, en síntesis, un precursor del liberalismo.