Sofía, de 12 años, salió a comprar un shampoo para bañar su perrita y no regresó con vida. La inocencia, la ingenuidad y la pureza de una niña no tienen espacio en nuestra sociedad.
Jugar, pasear o bañar la mascota, es de las experiencias más hermosas que puede tener un niño, sin embargo, para Sofía, se convirtió en su sentencia de muerte. En nuestro país los niños se volvieron las víctimas favoritas de una sociedad enferma y vacía.
Lamentablemente, todas las frustraciones, la maldad y las enfermedades mentales de los adultos son descargadas directamente sobre los niños, ellos que no son responsables de nada, son los que terminan pagando con su salud física y mental las consecuencias de la degradación social.
Ser niño en Colombia es muy peligroso. Según los registros, con Sofía son 375 el número de menores asesinados en lo que va del 2024. Adicionalmente, cada hora en Colombia son abusados dos niños y no nos podemos olvidar de los casi 300 menores de 5 años que mueren de hambre cada año en nuestro país.
El panorama es más grave si tenemos en cuenta que las cifras de impunidad frente al abuso sexual a menores de edad es cercano al 90% de los casos. Los niños no son una prioridad en la política criminal del Estado, la Fiscalía no investiga, los jueces no condenan y las personas no denuncian por miedo o desconfianza en la Justicia. Nada funciona.
Como si no fuera poco, les exigimos a los niños que deben aprender a identificar los abusadores, se les entrena para esto, cuando en realidad no tienen la capacidad de entender la maldad humana o incluso de resistir físicamente una agresión; pero frente a los potenciales abusadores nada se hace. Los niños crecen pensando que para estar en este mundo deben sobrevivir a la violencia de los adultos y que si no lo logran y resultan abusados o asesinados es su culpa.
Lo que sucede con nuestros niños y niñas es responsabilidad de todos. Los medios de comunicación no pueden seguir aplaudiendo el exterminio de más de 20 mil niños en la Palestina a manos del Estado de Israel; los políticos no pueden seguir con sus discursos de odio sosteniendo que es válido bombardear niños porque se han convertido en máquinas de guerra. Todos esos discursos que se arraigan en la cultura terminan poniendo en riesgo la vida de los niños.
Los países que tienen los mejores indicadores de bienestar de su niñez han concentrado gran parte de sus esfuerzos en la educación. El cambio de enfoque en lo que se enseña en los colegios es fundamental. Debemos centrarnos en el respeto a la vida y la dignidad humana. El maestro se debe convertir en un faro moral que con la ayuda de la familia logren educar los mejores seres humanos para el país.