El pesebre en movimiento de Francisco Ochoa

Francisco Ochoa lleva cerca de 45 años elaborando un pesebre que se mantiene en movimiento y refleja el fervor por la tradición de la novena de Navidad, pero además las dinámicas de las actividades diarias del Huila y de Colombia. El creador de esta considerada obra de ingeniería echa mano de su ingenio y conocimiento para cada año innovar, agregando nuevas creaciones.

Hernán Guillermo Galindo M

hernan.galindo@lanacion.com.co

Los primeros recuerdos de Francisco Ochoa Artunduaga, un adulto mayor nacido en Tarqui, se detienen frente a un pesebre que construían de manera colectiva en su familia. “Desde siempre, el pesebre ha estado presente en mi vida”, sostuvo en entrevista con LA NACIÓN.

Entrado en confianza, relató que no recuerda un año en el que no hayan armado el pesebre. Éramos ocho hermanos, pero las últimas en llegar al mundo fueron las mujeres, y yo que fui el menor del grupo. Por eso, crecí cerca de mis hermanas Lucía, Carmen y Cecilia, quienes, con amor y dedicación, me acompañaban cada diciembre a construir el pesebre familiar”, añadió.

“En aquella época, utilizábamos materiales naturales: musgo, salvajina y piedras recogidas con esmero, y le cambiábamos la distribución casi todos los días. “Cada vez había algo nuevo que ajustar o mejorar”, agregó.

El pesebre de Francisco Ochoa, además de la tradición por la novena, refleja los paisajes y labores de la tierra./foto: Carlos Urrea.

Un pesebre en movimiento

“Pachito”, como le dicen sus amigos, en especial los ciclistas recreativos con los que comparte esta pasión y la de montar en bicicleta. Hace 45 años, trabajando en la Caja de Crédito Agrario, le surgió la idea de crear un pesebre en movimiento.

“Hice una promesa: iría mejorándolo año tras año. Poco a poco, mi esfuerzo y dedicación dieron frutos”. El Niño Dios parecía bendecirme con paciencia y capacidad para cumplir con mi palabra. En ese tiempo, mi familia vivía en una casa espaciosa en el barrio Altico, lo que me permitió ampliarlo, añadió. “El pesebre no solo crecía en tamaño, sino también en complejidad”, recordó.

Aunque el proceso de construcción es permanente, la recta final es en los meses de septiembre u octubre. “Me siento en septiembre, pieza por pieza, como si cada elemento fuera parte de un ritual. Construyo casas, reparo figuras y modifico detalles durante todo el año. Sin embargo, el montaje formal comienza el 28 de octubre y lo termino alrededor del 5 de diciembre y lo pongo en movimiento el día del comienzo de la novena”.

Un pesebre que celebra el nacimiento

“Desde el 16 de diciembre, día que comienza la Novena, el pesebre cobra vida. Las figuras se mueven gracias a un sistema electromecánico que diseñé empíricamente. Combino electricidad a 110 y 12 voltios y, a veces, sistemas hidráulicos para darle dinamismo. “Aprendí todo esto estudiando en la Escuela Internacional y con años de experiencia”, contó con orgullo.

La temática del pesebre de Francisco Ochoa honra nuestra fe y tradiciones. Representa lugares icónicos como la Basílica del Señor de los Milagros en Buga, que construyó en madera en 40 días, o paisajes de nuestra tierra: el Nevado del Huila, el desierto de la Tatacoa y el río Magdalena. Cada rincón cuenta una historia; cada pieza tiene un propósito, afirmó el creador.

Además, refleja la laboriosidad de nuestra gente; están los labriegos, el proceso de la caficultura, la panela y diferentes trabajos y oficios. Cada uno de ellos tiene su espacio en el pesebre en movimiento de Francisco Ochoa.

Momento de compartir con la familia y los amigos, la novena y la tradición navideña. / Foto: Suministrada.

Tradición y promesa

“Este pesebre no es solo una tradición, es mi promesa y mi devoción. He trabajado en él durante casi 50 años, especialmente en los últimos 25 años en Neiva. Me preguntan qué pasará cuando yo ya no esté, pero aún no tengo respuesta. Mis hijas trabajan y no pueden dedicarle tiempo, y aunque un sobrino político lo intenta, no tiene experiencia en sistemas eléctricos”, reflexionó.

“Por ahora, mi pesebre sigue siendo mi responsabilidad y mi obra. No lo vendo, no lo presto. “Mantenerlo requiere tiempo, amor y conocimientos técnicos”, agregó.

Un llamado a recobrar la tradición

Una reflexión que dejó Francisco Ochoa es que hoy ve cómo se pierde el fervor por el pesebre. “En mi infancia, era común ver a familias católicas armarlo con amor y dedicación. Ahora, son pocos los hogares que lo construyen y lo honran como se debe. Hasta en las parroquias noto que el Niño Dios aparece desde el primer día, cuando su lugar es el 24 de diciembre.

Por eso, hago un llamado: recobremos la tradición del pesebre, porque trae alegría, fe y unión familiar. Aun con los años que llevo encima, sigo armando mi pesebre con amor y destreza. Y aunque el trabajo sea arduo, cada pieza tiene su recompensa”, afirmó.

Cada espacio, refleja una labor, un paisaje una costumbre/ Foto: Carlos Urrea.

Ciclista de corazón y creador incansable

Finalmente, además del pesebre, Francisco es ciclista recreativo desde los 13 años. Ha participado en pruebas, y destacó que le ha dejado grandes amigos y sigue disfrutando del deporte.

Finalmente, vuelve al pesebre y concluye que sus piezas más antiguas, como la Basílica de Buga y la figura de Guadalupe, tienen más de 35 años y se conservan intactas. “He invertido tiempo y recursos: entre un millón y un millón doscientos pesos al año, solo en materiales como papel, pintura, cable y madera”, concluyó.

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