Exégesis Gastar más allá de los ingresos es un lujo que nadie puede darse. A menos que un tercero subsidie el déficit, lo cual no parece viable, por lo menos en el mediano y en el largo plazo, a no ser que se financie la brecha con más deuda. Pero, es claro que los ahorros de un país – e inclusive los de todas las naciones- son finitos, es decir no se puede echar mano de ellos de manera incontrolable, dado que, en cualquier momento, las disponibilidades no alcanzarán para cubrir el déficit. Esta situación, preocupante por sus efectos colaterales la está viviendo el país más poderoso del mundo: los Estados Unidos. En efecto, el poderoso del norte ha gastado más allá de sus posibilidades, a tal punto que de no tomarse una medida en el corto plazo, se habría tenido que retirar –en el primer año del ajuste- más de US $600.000 millones, lo que a su vez hubiera generado una perdida de más de 2 millones de empleos y una reducción de la calificación crediticia de ese país. Recesión, ni más ni menos. ¿Por qué razón sucedió esta situación? Porque el gasto público se disparó en los últimos años, generando un enorme déficit que todavía no se cuantifica con exactitud, aunque el mismo ya se estima en la bicoca de US $4 billones para el presente año. De otra parte, la anunciada medida de salvamento aprobada por el Congreso de ese país no resuelve el problema, la aplaza. Y el déficit seguirá incólume y creciendo hasta cuando las medidas de sanación, como la aprobada, sea insostenible, algo que puede suceder en el corto plazo, según los analistas. Se debe entonces actuar de manera distinta, afrontar el problema, ya que una recesión en EE. UU. sería un golpe mortal para las economías latinoamericanas. El ajuste, que no debe ser irrisorio, debe asumirse. Y eso significa que se deben reducir los gastos y aumentar los ingresos. Aun no se ha inventado una fórmula distinta. Pero no obstante la sencillez de la medida, ningún político querrá asumir el costo de esculcar el bolsillo de los contribuyentes, por lo que no sorprende que no se haya tomado el toro por los cachos, sino adoptado paliativos, formulas intermedias como la Ley del Precipicio Fiscal aprobada en el ocaso del 2012, en la que se impusieron mayores impuestos a los ricos. Algo va de Chávez a Obama: puro populismo, pero de derecha. Y que las nuevas generaciones asuman la responsabilidad.