Los últimos prólogos del libro de Daniel Goleman: “inteligencia Emocional” han hecho todo un balance sobre la influencia de estas nuevas teorías en el mundo. La relevancia de la inteligencia emocional ha sido vertiginosa en la empresa, en las decisiones corporativas, en el mundo del trabajo; se ha convertido en todo un capital cultural que debería incidir incluso en el campo normativo, en el derecho, en el tratamiento de la familia.
La inteligencia emocional es una teoría paradigmática que puede replantear la forma de entender la educación, el campo político, económico, cultural y social. Esa nueva forma de entender la realidad desde lo emocional y afectivo puede convertirse en una esperanza en el tratamiento a los problemas mentales, al suicidio, a la violencia y al mundo competitivo de la sociedad del cansancio, de la trasparencia; en la sociedad líquida y de la incertidumbre que se cierne sobre nuestros niños y jóvenes.
Nuestro senador huilense Carlos Julio González Villa dentro de sus propuestas y agenda parlamentaria podría convertirse en el representante de la teoría de la inteligencia emocional más influyente en el ámbito legislativo. El proyecto de competencias emocionales y afectivas en los proyectos educativos institucionales se convierte en legislación fundante.
Observemos algunas iniciativas que hoy son ley: el caso Natalia Ponce de León tuvo como consecuencia la Ley de Víctimas de Ataques con Ácido (Ley 1773 de 2016) y el caso María Elvira Cely (1761 de 2015) hizo concebir una ley que establece los feminicidios como muerte de una mujer por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género.
El proyecto sobre competencias socio emotivas y socio afectivas presentado la semana pasada puede convertirse en una ley paradigmática. Es una muy buena iniciativa para atender problemáticas escolares y sociales dentro de la cultura de incertidumbre, la angustia y la muerte, frente a temas como el bullyng, el acoso escolar, el maltrato, la depresión y el suicidio.
La futura ley sobre las competencias socio afectivas y emocionales debe convertirse en una ley reivindicadora de tantos niños, niñas, adolescentes y jóvenes abandonados por el Estado, refundidos en la incertidumbre y la desesperanza, todo un homenaje a Sergio Urrego y a tantos jóvenes encerrados en la desilusión y la incertidumbre.
La iniciativa del proyecto de ley de nuestro senador huilense González Villa, sabe eso sí, que no se trata de la simple creación de un curso curricular, que su propósito es trasversal y que requiere de recursos y apoyo total del Estado para poderse constituir en una esperanza real para que desde tales competencias se pueda crear un ambiente social de búsqueda y encuentro con el sentido de la vida de tantos jóvenes atacados por la cultura de la violencia, y la desesperanza.