La Nación
El pulso de la identidad opita en la percusión fiestera 1 1 julio, 2024
INVESTIGACIÓN

El pulso de la identidad opita en la percusión fiestera

Desde hace 45 años, la preparación del asado huilense, la elaboración de los tamales, las mistelas compartidas y los desfiles populares se acompañan con el ritmo de ‘Cuando retumban las tamboras’.

Olmedo Polanco

‘A mano limpia’, sobre la tabla encimera del escritorio, José Miller Trujillo Gordillo interpreta, en ritmo de ‘paloparao’, la percusión inicial de su obra icónica ‘Cuando retumban las tamboras’. Luego de la introducción percusiva e improvisada, el maestro entona: “Cuando retumban las tamboras, siempre me voy a tunar; y se oyen cientos de voces que gritan ¡Viva San Juan!”

De repente, José Miller, interrumpe el ritmo sobre la superficie lisa. Frunce el ceño y demarca en la frente una especie de laberintos que harían necesaria la presencia del hilo dorado de Ariadna. Al mismo tiempo levanta el dedo índice derecho para evocar: “Estaremos de celebración este 30 de junio. Mi obra cumple 45 años de haber sido compartida con el gran público, gracias a la puesta en escena de la Banda Sinfónica de vientos del Huila en 1979, con arreglos del maestro Bonifacio Bautista Gálvez y bajo la batuta de Abel Valderrama Yusti”.

José Miller considera como una de las mejores interpretaciones recientes, el registro sonoro de la niña María Celeste Barrero Parra. Al respecto, para la grabación de ‘Cuando retumban las tamboras’, Andrea del Pilar Parra Vargas y su hija Celeste Barrero Parra debieron viajar desde el resguardo ‘Sxita Ukwe (Ricaurte), municipio de Paez (Cauca), hasta el municipio de Campoalegre (Huila). Viven cerca del municipio de Belalcázar, que en lengua nasa se diría ‘Nega Çxhab’. “Estamos proponiendo nombres nativos a la toponimia que nos impusieron los conquistadores españoles”, me ha dicho Isaac Quilcué Pumba, profesor de lengua Nasa en la Universidad Nacional de Colombia. “De modo que la niña Celeste está habitando en el territorio que tiene a Vitoncó como lugar de concentración del pueblo nasa”, destaca Isaac.

Con permiso de su padre Mario Alejandro Barrero Galindo y de su madre Andrea del Pilar, María Celeste me ha atendido desde el territorio ancestral en Cauca. Con narrativa de ‘niña adulta’, Celeste me ha contado que “El viaje se nos hizo eterno. Salimos del resguardo a las 9:30 de la mañana y llegamos como a las cinco de la tarde a Campoalegre”. La niña detalló que hubo pasos restringidos por obras en la vía y ‘hasta un derrumbe’ por los lados de Paez (Cauca). “Grabamos la obra, el 4 de mayo, en el estudio del maestro John Henry Gutiérrez Penagos (Papo)”, complementa José Miller.

El pulso de la identidad opita en la percusión fiestera 7 1 julio, 2024
Un reconocimiento institucional a ‘Wiponga’. Le acompañan: el maestro Luis Eduardo Bermúdez Acosta, (sin sombrero), y el gobernador Julio Enrique Ortiz Cuenca. Fotografía: Archivo personal.

Percusión, corazón e identidad regional

“Para el pueblo huilense, el retumbar de la tambora semeja las palpitaciones del corazón”, me ha referido el maestro Carlos Alberto Ordóñez Rivera este jueves de San Cirilo. “Es un icono de la fiesta tradicional en el Huila y representa la más viva sonoridad de nuestra música tradicional”, agrega Ordóñez. Del paisaje sonoro que identifica al pueblo huilense hacen parte el chucho, la esterilla, el ciempiés y el carángano. “Ellos complementan la sonoridad más emblemática de nuestra música tradicional en ritmos de rajaleña, sanjuanero y bambuco fiestero”, concluye Ordóñez en acto pedagógico.

Hacía meses que teníamos la intención de conversar. Como ‘no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague’, por fin me encontré con ‘Wiponga’ para palabrear. Nos reunimos durante la tarde del jueves en una de las oficinas de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (Sayco), en Neiva.

‘Wiponga’, es mi nombre artístico, recalca. “He tomado el término de la lengua Quechua, que traduce ‘niño apacible’. Era el verdadero nombre de ‘Timanco’, el hijo de Guaytipán (conocida como Gaitana)”. A propósito, María Celeste me ha contado que se identifica con la obra musical del maestro José Miller, “…porque en su cantar aporta vida a la identidad del alma del Huila, a pesar de que a veces hay tantos sufrimientos”.

Con relación a los imaginarios sobre nuestra región, “En el Huila me siento como en mi propia casa y en tanto que es el fuego más congregante de este hogar, me siento acogido y feliz, entre hermanos y compatriotas que el río Magdalena amonesta y arrulla con su voz paternal…”, ha escrito el poeta Carlos Castro Saavedra (Medellín, 10 de agosto de 1924 – 3 de abril de 1989). “Paradójicamente, este reinado es una imagen de la democracia, un juego popular, un medio del que se vale el pueblo para expresarse jubilosamente, rendir tributo a la belleza femenina, remover las discriminaciones de cualquier índole y constituir una sociedad igualitaria”. (El Tiempo. Zona verde. Bajo el cielo de Neiva. Palabras pronunciadas en el Festival del Bambuco. Carlos Castro Saavedra. Martes 8 de julio de 1969. Página 5).

Una obra ganadora entre 11 propuestas creativas

El 30 de junio de 1979, cuando Trujillo Gordillo ganó en el Teatro Pigoanza, el concurso que lleva el nombre del médico Jorge Villamil Cordovez, participó con el seudónimo ‘Rajaleñero inconforme’. Así mismo, presentaron sus creaciones:

Cadenero (“Camino sin rumbo”), Anibal (“Ilusión campesina)”, Jaibel (“Déjenme cantar esta canción”), Los Felinos (“Campesina ribereña”), El Matajacho (“Qué vivan los matajachos”), Ruiseñor (“El Pipa”), Los Neivanos (“Viejos que se fueron”), Omigar Chagas (“Fiestas opitas”) Cadenero (“Trinidad de sinfonías”). (El Tiempo. Se inicia el reinado del Bambuco. Concurso de composición. Viernes 22 de junio de 1979. Página última D).

Respecto a la creación musical, el compositor comenta que: “Tenía mucho inconformismo con los elementos modernos presentes en la institucionalización de las fiestas. Compuse el tema mientras caminaba por la calle novena, entre las carreras sexta y séptima, en Neiva”, recuerda José Miller.

“Es muy cierto que el progreso, es de una gran necesidad; pero, hay valores eternos que debemos respetar con el evolucionar, porque son alma del pueblo que a pesar de estar sufriendo nos da vida en su cantar”, me explica cantando.

“Todo ciudadano tiene el derecho y el deber de expresar su pensamiento. Además de mostrar simpatía por determinada tendencia política e ideológica, escogida por él y no impuesta”, afirma Wiponga. Incluso, dice: “El artista verdadero jamás se dejará utilizar como pancarta, mural o cualquier otro medio de difusión, porque compromete a todo el gremio. Los compromisos son individuales”.

Durante el Festival del Bambuco de 1977, cuando José Miller escribió el primer borrador de su obra, premiada dos años después, no hubo desfile de las reinas sobre el caudal del Río Magdalena a su paso por Neiva. “Evento considerado como el de mayor colorido y calado popular dentro del certamen bambuquero”, reportó el periodista Fenner Cleves Cuéllar a un periódico bogotano. “La lamentable sequía (…), privó este año a neivanos y turistas de observar el desfile de las candidatas nacionales en las tradicionales balsas”. Un desfile folclórico reemplazó el tradicional evento acuático y dejó sin trabajo a los bogas. (El Tiempo. Miércoles 22 de junio de 1977. Reinado del Bambuco. Página 12 A).

El pulso de la identidad opita en la percusión fiestera 8 1 julio, 2024
La niña María Celeste Barrero Parra (tercera, de izquierda a derecha), junto a sus amigas y amigos de la Institución Educativa en territorio nasa. Fotografía: Archivo familiar.

Las influencias regionales en el baile

Mientras caminamos bajo el inclemente sol por el barrio Sevilla, en la capital huilense, José Miller dilucida: “Los artistas no podemos ser indiferentes a las calamidades de la gente desprotegida”. A renglón seguido complementa: “No debemos buscar figuraciones vanidosas o soberbias materiales. Debemos sentirnos orgullosos del deber cumplido”.

La percusión retumba en mi cabeza de sureño nacido en el municipio de San Agustín (Huila); tanto así que, involuntariamente, ensayo sobre la consola del taxi que ha de llevarme a destino. “¡Retumban las tamboras! (tatatán-tatá-tantatán), con la puerca y el chucho, (tatatán-tatá-tantatán), con el sonar del tiple, que rasga el viejo Tuco”.

En el taxi, una radio comercial grita incesantemente su nombre y frecuencia, al tiempo que emite una canción norteña, incitadora del desamor y la lujuria. “Tengo el corazón de madera”, dice el cantante herido por el despecho.

‘Wiponga’ se ha quedado en la plazoleta del Centro de Convenciones ‘José Eustasio Rivera Salas’, para asistir al encuentro de danzas folclóricas. Las parejas interpretaban la coreografía de una rumba criolla de origen antioqueño, aunque el maestro de ceremonia anunciara la puesta en escena como un baile campesino huilense. Los parejos cargaban en sus espaldas a las bailarinas, mientras meneaban sus delicados pies suspendidos en el aire. “Sólo les falta sacar machetes”, ha dicho una mujer adulta entre el público, rememorando la grima montañera quindiana.

“No importa que crezca la ciudad bonita, que vuelva el San Pedro a ser la fiesta opita”, expresa hace más de cuatro décadas el sanjuanero ‘Cuando retumban las tamboras’.