VERACRUZ, México (AFP) – Aterrados con balaceras, secuestros, masacres y decapitaciones, los mexicanos irán el domingo a votar, en algunas zonas bajo virtual estado de guerra como en Veracruz, tomado por militares encapuchados que enfrentan a los narcos en la calle, a plena luz del día. VERACRUZ, México (AFP) – Aterrados con balaceras, secuestros, masacres y decapitaciones, los mexicanos irán el domingo a votar, en algunas zonas bajo virtual estado de guerra como en Veracruz, tomado por militares encapuchados que enfrentan a los narcos en la calle, a plena luz del día. Desde el faro de la Marina, francotiradores vigilaron la tribuna en el Malecón, donde los candidatos cerraron su campaña en el estado de Veracruz, en medio de un despliegue de seguridad que, en el caso del favorito, Enrique Peña Nieto, incluyó detectores de metales. “Quien gane que calme esto. Estamos cansados de tanta matazón. Da miedo salir: me tocó una balacera cuando andaba comprando el uniforme de mi nieto y vi caer muerto al vendedor”, contó a AFP Elia Espinoza, ama de casa de 56 años, en un mitin. Pero tanto Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como el izquierdista Manuel López Obrador y la oficialista Josefina Vázquez Mota, del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), apenas han tocado el tema de violencia. Y menos cómo la van a enfrentar, más allá de ajustar la ofensiva militar antidrogas lanzada por el presidente Felipe Calderón, que desde el 2006 dejó más de 50.000 muertos y 5.000 desaparecidos. En territorio Z Verdaderos ejércitos de insurgencia criminal o paramilitar, los narcotraficantes desangran a México en su disputa por las rutas y el mercado de la droga; estados como Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Guerrero o Chihuahua son los principales teatros de guerra. Veracruz, franja de litoral de 750 km, es un corredor de droga e inmigrantes que van a Estados Unidos, y de armas que salen de ese país para el arsenal de los carteles. Con chalecos antibalas, fusiles R-15, armas cortas y lanzagranadas, los marinos peinan las calles del otrora apacible puerto de Veracruz, el principal en la costa del Golfo de México, 400 km al este de Ciudad de México. Invadido por los Zetas, considerado el cartel más sangriento y creado por ex militares de élite, Veracruz ha vivido un estallido de violencia disparada en 2011 con el surgimiento de los Matazetas, vinculados a carteles enemigos, como el de Sinaloa del capo Joaquín “El Chapo” Guzmán. Decenas de cadáveres aparecieron en septiembre apilados en camiones frente a un centro comercial. Balaceras, secuestros, sicariato y extorsiones se volvieron cotidianos. “Autoimpusimos un toque de queda. A las diez de la noche no había un alma en la calle. En ese momento más crítico, la economía en Veracruz cayó 7%, sólo el turismo, un 36%. Estamos levantándonos, pero a esta realidad no le vemos fin”, dijo a AFP el líder empresarial Luis Martín Capistrán. Búnker de la Marina Cientos de marinos llegaron en diciembre de 2011 para sustituir a 1.200 policías, dados de baja por la infiltración del crimen organizado. Trincheras de sacos de arena flanquean la entrada de lo que fue la policía local, hoy búnker de la Marina. Donde había un cajero automático de banco, hay un vigía militar. “Trato de ayudar a que esto no se salga más de ‘madre’ (control). ¿Quién va a ganar esta guerra? Nosotros, es la esperanza, por eso estamos aquí”, declaró un marino a la AFP, sin revelar su nombre. Muchos sienten que están un poco mejor, pero el miedo y la desconfianza saturan el cálido aire del puerto. No se puede hablar con cualquiera. Nunca se sabe si el lustrabotas, el vendedor de tacos o el taxista es halcón -espía de los narcos-. Sin atreverse a mencionarlos como integrantes de los “Zetas”, los habitantes se refieren a ellos como “los malos” o “aquéllos”. Bajo fuego cruzado Aún con impactos de bala en las paredes, techo de la casa y hasta en la nevera, la carnicería “Normita” no se levanta de la batalla campal en que quedó atrapada hace un año en Río Medio, sector de las afueras de Veracruz tristemente conocido como “Río Miedo”. “Ya nadie viene a comprar porque aquí fue la balacera. La nevera ya ni sirve. Con mucho esfuerzo la compramos para salir adelante, y nos acabaron el negocio. Mis papás y yo nos salvamos escondidos, pero vivimos bajo terror”, dice Nubia a la AFP. Según cuenta la joven de 27 años, hace un mes hubo una balacera a la hora de la salida de la escuela. “Y no creo que esto vaya a cambiar, por eso no voy a votar”, expresó. En las afueras de Veracruz siguen apareciendo fosas comunes, el domingo fue secuestrada Marisol Cueva Moras, una alcaldesa de la región, en este estado considerado uno de los lugares más peligrosos del mundo para el periodismo, donde nueve periodistas han sido asesinados desde 2011. “Somos peor que corresponsales de guerra, porque vivimos aquí, amenazados por narcos, políticos corruptos, autoridades”, resumió Javier Morales, miembro de una comisión de defensa de los periodistas. Los mayores sienten nostalgia. “Veracruz era ‘padrísimo’. Ahora esto está ‘cañón’ (duro). Desgraciadamente nos hemos acostumbrado. Oír de muertes es normal. Ahora sólo salgo en zapato bajo por si hay que correr”, dice Enriqueta Ruíz, una costurera de 58 años. Mientras cose un vestido en su taller, rememora el danzón, los mariachis, el tequila y los bailes en las plazas, en la noches tranquilas del Veracruz de Agustín Lara. Enrique Peña Nieto, favorito a la presidencia. Foto Afp