El 5 de noviembre de 2024 se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Donald Trump o Kamala Harris sucederán a Joseph Biden en la Casa Blanca, uno de los cargos más importantes del mundo. Hasta hace poco, la victoria parecía estar con el candidato republicano, el magnate que despotrica y ridiculiza a sus adversarios, mientras promete retroceder en términos de derechos civiles y políticos con poblaciones diversas y minoritarias. Trump aplastaba al viejo Joe en los debates televisivos; el Partido Demócrata estaba débil. No obstante, llegó una candidata que ha logrado desestabilizar a los demócratas y ha equilibrado la balanza electoral.
Kamala Harris se ha intentado mostrar como una renovación del Partido Demócrata: su fórmula vicepresidencia Timothy Walz representa una cierta orientación obrerista, durante una importante convención le dio la oportunidad de intervenir a líderes sindicales y ha tenido una actitud fresca frente a las cámaras. Algunos analistas como Thomas Frank plantean que se trata de un cambio de imagen que no repercute en las políticas de Estados Unidos, tendientes a acrecentar las brechas de desigualdad al interior y al exterior y a promover guerras en las que se pueda sacar provecho económico. En el pasado reciente, el demócrata William Clinton apareció como una figura renovada que simbolizaba la esperanza, ganó la presidencia y sus políticas de desregularización financiera y de desindustrialización desembocaron en la grave crisis económica de 2008. En el presente, las campañas políticas en el país del norte están dirigidas por empresas que buscan posicionar a los candidatos a través de estrategias orientadas por inversiones multimillonarias en marketing. Se trata de una puesta en escena en la que cada momento está predeterminado por los equipos electorales. Todo está cronometrado y cuenta con un guion que rige lo que dicen los candidatos. Los eslogan o frases simples pero grandilocuentes marcan los discursos centrados en el carácter moral y personal de los candidatos. Los proyectos políticos, económicos y culturales no son lo importante en este despliegue mediático.
¿Pueden dos partidos incluir todas las visiones de un país tan diverso y con las proporciones demográficas como Estados Unidos? Por ahora es la realidad y uno de los dos partidos gobernará. Al final, puede ser que la carrera armamentista y las políticas a favor de los monopolios económicos siga siendo el eje de la administración norteamericana.