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En busca del tiempo – Álvaro Carrera Carrera

Puede considerarse un abuso con los dioses querer inmortalizarlos. Ni siquiera otorgarles la eternidad, entregándolos a algo determinante y voraz Puede considerarse un abuso con los dioses querer inmortalizarlos. Ni siquiera otorgarles la eternidad, entregándolos a algo determinante y voraz: el tiempo. La milenaria preocupación por la inexistencia del pasado y el futuro, para quedarnos con el fugaz instante vivencial, sugiere que lo real no existe. Solo es válido lo que crea el espíritu, capaz de vivir el momento; precisamente, aquello que tenemos por entelequia. Cuando la Biblia explica la creación en siete días, Elohim termina de subalterno; no solo de los días como de las noches; al menos, es la interpretación más próxima del Génesis. Al Corán, poco le interesa las elucubraciones sobre el tiempo y la divinidad. Solo trae la advertencia feroz, cuando el terrible Misericordioso atiza el fuego y se ocupa durante la eternidad, en reconstruir los tejidos de los infieles y los hace inmortales en el sufrimiento. En general, incluyendo las doctrinas orientales, siempre hay algo que está antes, que todo lo absorbe y mide: el tiempo. La ciencia nos acerca a un perfil empírico de la medida del mundo. La relatividad de Einstein, se puede traducir en la subordinación de tal dimensión, antes irreductible, al sujeto “observador”; al yo elaborando su propio tiempo. Es la subjetividad prevaleciendo. El espíritu dominando la materia. La ley de la probabilidad en el campo de las partículas básicas del cosmos, somete la certeza a la que aspiraba la razón científica. Los científicos solo han de aceptar la demostración empírica, y revestirla con una fórmula matemática. En adelante, la ciencia cede el camino a la filosofía. Las partículas entrelazadas a distancias siderales, transmiten a velocidades infinitas, cualquier modificación de las mismas. Aquí el tiempo, sencillamente no existe. Es otra dimensión o al menos posibilidades de otros mundos, lo que ofrece la ciencia. Nunca antes se habían abierto las opciones para acercarnos al ente tiempo. Sin embargo hoy, en el nuevo siglo del Internet, la globalización, la lucha por sobrevivir, la ardua competencia; consolados por la meliflua literatura de la superación, las antiguas preocupaciones de la humanidad, se tienen por “inútiles”; aunque siguen vigentes. No vemos la conveniencia de formar hombres aptos para sumergirse en la visión de un nuevo mundo con nuevos conceptos, o al menos reformulados. La pedagogía para un hombre mejor, no rezagado de la tecnología, diferente a ese ser entregado a codiciar bienes, sin ética, con una cultura y valores en duda, es una tarea que nos pide inconscientemente el espíritu. Lo que inquietaba a Platón y Kant, puede ser hoy un inicio. Hasta los dioses piden un toque de actualidad en sus mensajes.