Cuando creíamos que la anunciada “crisis explícita” del sistema de salud, por la exministra Carolina Corcho, había tocado fondo, el gobierno de Gustavo Petro nos demuestra que se puede cavar más profundo. Para este año, en un acto que puede catalogarse como un golpe certero al sistema y, sobre todo, a los colombianos de menores recursos, incrementó la Unidad de Pago por Capitación (UPC) un 5,36%, porcentaje que contrasta drásticamente con el 16% que expertos y actores del sistema habían considerado indispensable, condena a los más vulnerables a enfrentar una realidad aún más sombría.
La UPC, ese valor anual que el Estado destina por cada afiliado para cubrir las prestaciones del Plan Obligatorio de Salud (POS) en los regímenes contributivo y subsidiado, ya no es suficiente para garantizar ni siquiera lo básico. Con esta medida, los pacientes de menores ingresos tendrán que cargar, literalmente, con el peso de la crisis: comprar medicamentos que ya escasean, y asumir de su bolsillo los costos de procedimientos médicos que hoy apenas implican el pago de una cuota moderadora.
El discurso difuso y disperso de Petro, con su insistencia en un “sistema preventivo” que busca desmantelar las EPS, ha alcanzado un punto de no retorno. La disminución de la UPC no solo es una estocada más, sino una sentencia: el sistema de salud ha ingresado a cuidados intensivos.
La estrategia parece clara: comenzaron interviniendo EPS con un afán desenfrenado. Una vez bajo su control, estas entidades han sido asfixiadas por la falta de giros oportunos. Las IPS, incluso las estatales, tampoco escapan al desangre provocado por el “giro directo”, que lejos de ser una solución, se ha convertido en otro síntoma de la crisis. Y mientras el gobierno argumenta que las EPS han sido nidos de corrupción -con cierta razón-, las está sepultando junto con el acceso a la salud de millones de colombianos. Pareciera que, con el cambio de gobierno, solo cambió el rostro de los corruptos, porque la hemorragia financiera no solo continúa, sino que ha empeorado. ¿Y los pacientes?
Las intenciones de Petro parecen estar cumpliéndose: el sistema de salud ha pasado de grave a tragedia. Cada día el servicio se deteriora más: consultas inalcanzables, medicamentos escasos, y procedimientos quirúrgicos aplazados. Todo sucede porque el gobierno ha drenado los recursos de la salud pública, movido más por su animadversión hacia empresarios del sector que por un compromiso genuino con los ciudadanos.
Mientras tanto, los pacientes, que sobreviven en cuidados intensivos, están siendo condenados a algo peor: la eternidad. Así de crudo.