En el principio fue una pila

El escritor e historiador Reynel Salas Vargas se suma a las crónicas, entrevistas y análisis que viene publicando LA NACION con motivo de la celebración de los 400 años de la tercera y definitiva fundación de la Ciudad de Neiva. LAS HUELLAS DEL TIEMPO-NEIVA: 400 AÑOS

El escritor e historiador Reynel Salas Vargas se suma a las crónicas, entrevistas y análisis que viene publicando LA NACION con motivo de la celebración de los 400 años de la tercera y definitiva fundación de la Ciudad de Neiva. Hoy primera parte de la historia del Acueducto de Neiva. Reynel Salas Vargas Especial LA NACION En la página 117 de “Frutos de mi Tierra”, se lee, respecto al parque central de la ciudad de Neiva:  “En el centro luce una fuente de bronce, de estilo moderno, que surte de agua a una gran parte de la población. La ciudad rinde tributo de gratitud a los señores Generales Francisco A. Gutiérrez y Toribio Rivera, don Bartolomé Gutiérrez y don Celso Noé Quintero por esa obra y por el acueducto construido con tubería de hierro con que la han dotado a favor de paciente labor y grandes esfuerzos”. La historia de la fuente, que vino a ser el primer acueducto de la ciudad y  que don Gabino Charry menciona con orgullo en su libro publicado en Neiva por la Imprenta Departamental en 1922 y reeditado por la Empresa de Publicaciones del Huila en 1985, comenzó en 1878. El 28 de enero de ese año, la Corporación municipal del distrito de Neiva, presidida por Antonio Solano D., y de la cual era secretario Ramón Plata, aprobó el Acuerdo 18. Según el artículo primero, se destinaba “la cantidad de seis mil pesos ($6000) aproximadamente para la construcción de una pila en la plaza de esta ciudad”. Empero, la  norma no especificó ninguna característica particular que permita deducir si el proyecto de la pila consistía en una alberca de grandes proporciones, dotada de  varios grifos por sus cuatro lados, -como se acostumbró en todos los pueblos durante la primera mitad del siglo XX-, o si se estaba pensando en una fuente como la que conoció don Gabino Charry, la cual adorna, actualmente, el parque de Los Periodistas en el barrio El Altico. En lo que si es preciso el acuerdo fue en definir el proceso de financiación de la obra. Los gastos estarían a cargo del erario municipal y de la ciudadanía. Para tal efecto, el artículo cuarto creó “una comisión de cuatro señoritas de la ciudad para que colecten una suscrición para el mismo objeto”. (El Municipal. Número 13. Neiva, 15 de mayo de 1878). No sabemos qué pasó con el proyecto de la pila en los años siguientes  a su aprobación. Suponemos que debió estancarse, pues la primera parte de los años ochenta fue de creciente agitación política. De hecho, a mediados de la década el Estado del Tolima, al igual que toda la Federación, estaba en guerra. Esta concluyó en 1885 con la derrota del proyecto federal, que para lo que hoy es el Huila murió con el triunfo de las tropas conservadoras en los campos de Cachaya, municipio de Gigante. Como consecuencia del triunfo conservador se inició el proceso político conocido como de la Regeneración, a partir de la Constitución de 1886. Una de las manifestaciones locales del nuevo orden fue la pérdida de la calidad de capital que había ostentado Neiva durante cerca de cuatro lustros; así las cosas, el nuevo departamento del Tolima, en que quedó convertido el Estado Federal, se gobernó desde Ibagué. El régimen político surgido de la Constitución de 1886 pronto definió algunas acciones para la prestación del servicio de agua potable en las ciudades capitales e intermedias. En desarrollo de esa política, la Nación, mediante la ley 21 del 10 de noviembre de 1890, le concedió sendos auxilios a algunas ciudades para apoyar la construcción de sus acueductos. Este auxilio, que para el caso de Neiva fue de $6.000, debía ser administrado por una junta y sería pagado en dos contados, esto es, durante las vigencias de los años 1891 y 1892. (Diario Oficial N. 8.235. Bogotá 11 de noviembre de 1890) (El Municipal. Número 21. Neiva, 23 de diciembre de 1893) Según la ley señalada, la Junta del Acueducto la componían el Prefecto de la Provincia, quien ejercía como Presidente; el Presidente del Concejo, quien sería su Vicepresidente; el Alcalde de la ciudad  y dos vecinos nombrados por el Gobernador. La designación recayó en los señores D. Toribio Rivera y D. Celso N. Quintero, tal como lo dispuso el Decreto gubernativo 267, publicado en el Registro Oficial número 391 del 22 de abril de 1891. El secretario de la junta sería el de la prefectura y, en su defecto, el del Concejo Municipal. Acueducto de Neiva Por las gestiones que hemos conocido, encaminadas a cobrar el auxilio, podemos concluir que los trabajos para la construcción de la pila ya estaban avanzados cuando la Nación aprobó el aporte señalado. Según David Rivera Moya, en el artículo publicado en la Revista Huila número 21 de 1966, bajo el título “Neiva en 1905”, el acueducto de Neiva (entendemos la pila) comenzó a funcionar el 29 de julio de 1890. De todas maneras, lo anterior quiere decir que la iniciativa de 1878 no había sido olvidada y que la nueva inyección de capital dinamizó el proceso de construcción de todo el sistema, es decir de la fuente y la conducción de agua mediante tubos metálicos. En esta etapa fue definitiva la voluntad y espíritu de servicio de don Celso Noé Quintero, integrante de la Junta. Gracias a las gestiones del señor Quintero el auxilio concedido por la nación no se perdió, pues como no se cobró oportunamente, su pago había caducado. Recuperados los dineros, éstos, según don Celso Noé, debían emplearse en pedir “directamente o por conducto de una de las casas introductoras de este lugar (Bogotá) los tubos y accesorios correspondientes adecuados para conducir todo el agua de la Toma, y de esta manera dar en arrendamiento, sin perjuicio de la pila, varios hilos de agua potable….Concluida así esta obra, se obtendría una renta positiva para el Municipio, la cual debe aplicarse, primero, a perfeccionar el servicio del ramo de aguas, y luego, a otras mejoras y ornato de la ciudad”. (El Municipal. N. 10. Neiva, octubre 7 de 1893). Para esta época, el servicio de agua se prestaba mediante acequias públicas. Quien tomara el líquido directamente de las referidas acequias tenía que pagar un impuesto mensual anticipado de 1 peso. Como el líquido se empleaba también para el riego de solares, era obligación del usuario construir la acequia particular, hacer una compuerta de madera en el punto de donde arrancaba la particular y retornar el agua a la acequia pública una vez era servida o conducir la sobrante al arroyo más cercano para evitar pozos y encharcamientos[1]. El Acuerdo 31 de 1893, expedido cuando el sistema del acueducto de la pila estaba en construcción, reorganizó de nuevo el ramo de aguas en la ciudad. (El Municipal. Número 15. Neiva,  noviembre 11 de 1893).


[1] Un caso típico de este servicio se puede apreciar aún en la vereda de Otás, municipio de Campoalegre.

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