En el corazón de Dubái, se desarrolla un evento de alcance global: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28). Este encuentro anual convoca a líderes estatales y expertos en materia económica, financiera ambiental y energética, para abordar los desafíos más apremiantes que enfrenta la humanidad en materia ambiental y, sobre todo, discutir estrategias para contrarrestar el cambio climático.
El tema central gira en torno a un objetivo crítico: ¿cómo cumplir con el compromiso de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 grados Celsius, tal como se estableció en los Acuerdos de París? Todo esto, sin comprometer el crecimiento económico y las estructuras productivas que aún dependen en gran medida de los combustibles fósiles.
A pesar de reconocer el lento avance según la comunidad científica y los entes de verificación de la ONU, se insiste en que aún hay margen para la acción si se toman decisiones con celeridad y contundencia.
En este contexto, la transición energética emerge como una de las soluciones fundamentales. Esta transformación implica abandonar las fuentes de energía fósil en favor de las renovables, como la solar y la eólica, cuyos beneficios radican en su carácter inagotable y la ausencia de emisiones contaminantes.
Los datos actuales revelan una dependencia masiva de los combustibles fósiles: aproximadamente el 80% de la energía mundial y el 66% de la electricidad se generan a partir de estas fuentes, siendo responsables del 90% de las emisiones de CO2 y el 75% de los gases de efecto invernadero. Un cambio hacia fuentes más limpias podría mitigar millones de toneladas de emisiones dañinas.
Sin embargo, esta transición requiere una inversión masiva. Según estudios del fondo de inversión UBS, se estima que se necesitarán alrededor de 140 mil millones de dólares para lograr un sistema energético netamente libre de emisiones para el año 2050, una cifra aún distante de ser alcanzada.
Dentro de las renovables, la energía solar fotovoltaica lidera la transición. Se proyecta que, para finales de 2024, el mundo habrá alcanzado su segundo Teravatio de potencia instalada en energía solar. Este hito se lograría en tan solo tres años, en contraste con los 40 años que tomó alcanzar el primer Teravatio, según informes de Clean Energy Associates.
Actualmente, la energía solar se ha constituido como uno de los pilares de la transición energética, siendo tenido en cuenta por sobre otras fuentes de energía renovable. Esto tiene su explicación en que la energía solar es mucho mas inclusiva, ya que puede ser llevada de forma sencilla a todos los lugares donde llegue la radiación solar, por lo cual representa una gran oportunidad para llevar energía a zonas no interconectadas o de difícil acceso que por su situación geográfica no cuentan con el servicio convencional, brindando oportunidades de crecimiento económico y social en las comunidades e incluso haciéndolas participes de la transición energética al brindarles la posibilidad generar su propia energía. Esto sin desconocer que es gracias a la inversión en ciencia y tecnología que ha permitido abaratar costos y ampliar el acceso a esta forma de energía.
A pesar de estos avances, queda un largo trecho por recorrer. Eventos como la COP 28 son cruciales, ya que brindan la plataforma para que países como el nuestro, con potencial en energías alternativas, como la solar, presenten desafíos y soluciones en el escenario geopolítico mundial. Es imperativo recordar que, a diferencia de momentos anteriores de la historia humana, no disponemos de un PLANeta B y la urgencia de actuar ante la nueva realidad climática es incuestionable.
