Los enfermeros que confesaron 16 homicidios de pacientes actuaron movidos por la perversión en un caso y por piedad en el otro, según la abogada defensora de uno de ellos, en un sórdido caso que genera alarma a la población y las autoridades sanitarias de Uruguay. MONTEVIDEO(AFP) Los enfermeros que confesaron 16 homicidios de pacientes actuaron movidos por la perversión en un caso y por piedad en el otro, según la abogada defensora de uno de ellos, en un sórdido caso que genera alarma a la población y las autoridades sanitarias de Uruguay. Los motivos de Ariel Acevedo, de 46 años, procesado con prisión tras confesar 11 homicidios en un CTI (Centro de Tratamiento Intensivo) neuroquirúrgico de la clínica privada Asociación Española, “era que no sufrieran más”, afirmó su abogada defensora, Inés Massiotti, a radio El Espectador. La abogada -que ha indicado que conoce al imputado desde hace 20 años- relató que su defendido le dijo: “Inés, hace 20 años que trabajo en el CTI y vi morir a miles de personas. ¿Qué me pasó? No lo sé, creo que me creí Dios”. Acevedo habría agregado: “No me creo Dios, pero ahora me doy cuenta que me equivoqué y actué como si fuera Dios (…) Estoy arrepentido”, aseguró Massiotti. En cambio, sobre Marcelo Pereira, procesado por cinco muertes en el hospital público Maciel, Massiotti aseguró que es “un perverso”. Según la abogada, Pereira habría dijo durante la audiencia: “Estos viejos de mierda que los baño y a las dos horas se cagan y se mean, se tienen que morir de una vez, están rompiendo mucho las pelotas (molestando)”. Ni las autoridades sanitarias ni la Policía han manejado cifras o períodos en los que habrían actuado criminalmente los enfermeros, que trabajaban desde hace más de una década en la salud, lo que alienta los temores de que las víctimas puedan ser decenas o incluso centenas. El teléfono de la Unidad de Información al usuario del Ministerio de Salud Pública de Uruguay no ha cesado de sonar, con angustiosos llamados de familiares de fallecidos en los dos hospitales donde trabajaban los enfermeros. “Me dan mucho asco, y asco la gente que los tapó, que los protegió, que los apañó, porque detrás de ellos tiene que haber algún responsable”, dijo a la AFP Miriam Rodríguez, hija de Santa Gladys Lemos, cuyo asesinato la semana pasada permitió detener a los enfermeros. Lemos, una diabética de 74 años, acababa de recibir el alta cuando murió sorpresivamente, lo que alertó a los investigadores, que ordenaron una autopsia. Los familiares de Lemos se enteraron el domingo que su muerte no había sido natural. “El juez nos dijo que había muchas personas, decenas, decenas de muertes”, aseguró Miriam. Quienes murieron en el Maciel -en la unidad de cuidados intermedios- fallecieron debido a la inyección de drogas. Mientras, los de la Asociación Española –una de las clínicas más grandes del país y donde trabajaban los dos acusados y otra enfermera acusada de encubrimiento– murieron por inyección de aire en las venas. El ministro del Interior, Eduardo Bonomi, afirmó que la hipótesis policial que manejan los investigadores del caso es que los enfermeros no actuaron en conjunto. Pero “sí sabían que los dos estaban haciendo lo mismo”, dijo Bonomi a periodistas. “Incluso hasta como que había una suerte de competencia, pero no estaban haciendo y planificando lo mismo”, explicó. El ministro agregó que el período en el que se cometieron los asesinatos “es mucho más prolongado de lo que se cree”. Aseguró además que si bien la Policía venía investigando el caso desde enero, el último homicidio “no se pudo haber evitado”.