La periodista de LA NACIÓN, Dai Trujillo, experimenta de nuevo el periodismo de inmersión y se convierte en ‘escobita’ u operaria de barrido en las calles de Neiva. “Se barre de todo: colillas, zapatos, tarros plásticos, forros de celular, ropa sucia, vasitos de tinto y basura en general”, dice. Aquí cuenta lo vivido en primera persona.
Dai Trujillo
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Muchas veces, vemos pasar con sol y con lluvia a esas personas que van vestidas verde como si fuesen pequeños arbusticos, arrastrando un carrito peculiar en el que cargan una escoba, un rastrillo, un recogedor y una gran cantidad de bolsas; personas que, sin importar el clima ni la hora, deambulan por la ciudad intentando hacerla un poco más limpia. Sí, hablo de los ‘escobitas’.
Ser escobita es
Mi actividad como operaria de barrido, inició sobre las 7 de la mañana. Por el afán que trae cada día, olvidé por completo medirme el uniforme y me confié de que mis tallas, siendo según yo las más pequeñas, serían las adecuadas. Mentiría si no dijera que pensaba que iba a usar overol, pero resulta, que jamás me percaté de que el uniforme de las mujeres es pantalón y blusa y solo para los hombres el overol; desde ahí, empezó Dai a padecer.
Muy contenta y con todo el ánimo del mundo, me medí el pantalón y me topé con la sorpresa de que me quedaba chiquito, pero como a todo hay que quitarle el drama y verle el lado divertido, pues así apretado, me lo puse y a las malas me quedó. Ya vestida y con la indumentaria lista, me fui al punto de partida ubicado sobre la avenida La Toma de Neiva.
Admito que cuando llegué, todos los operarios me miraron algo diferente, como con cara de “llegó una nueva” y luego de familiarizarme, pude hacer algunas preguntas a mis compañeros ‘escobitas’ y ponerme en contexto. No perdí el tiempo y a todo al que pude le fui preguntando por la actividad de barrido, para saber que me corría pierna arriba y que era lo bonito y lo feo de la profesión. Todas las respuestas, concluían en lo mismo, el desaseo de las personas perjudica la labor.
Después de unos ejercicios de estiramiento y de que me dieran la bienvenida, me asignaron un carrito y me dieron a conocer mi ruta. La ruta es una zona demarcada por medio de un pequeño mapa en el que se te indica que zona de la ciudad te corresponde. En mi caso, tuve la ruta del microcentro de la ciudad, que comprendía el Parque Santander y vías vecinas.
El barrido
Después de hacer el recorrido para llegar al punto, me presentaron a Gerdenzon Valderrama, un caqueteño que completaba cinco años ejerciendo la labor de barrio y quien ese día, sería mi mentor en las tareas de ‘escobita’. Literal, como si nunca hubiese barrido en mi casa, me enseñaron a agarrar la escoba y a posicionar adecuadamente el cuerpo para evitar lesiones.
La escoba, sumamente dura y pesada, fue mi mejor amiga durante el día, primero la odié, por no saberla manipular y luego la amé cuando le cogí ‘el tiro’ y veía que la actividad se iba haciendo mucho más fácil por la constancia. Resalto que aunque se hiciera más fácil, el cansancio se iba sumando al calor que provoca el uniforme, la incomodidad de los guantes y del tapabocas.
En el parque, aunque a mi concepto solo deberían barrerse hojas, lo triste es que se barre de todo, colillas, zapatos, tarros plásticos, forros de celular, ropa sucia, vasitos de tinto y basura en general que la misma gente que circula tira al piso. En las vías, muchas envolturas de dulces y comida, bolsas plásticas. Parece que muchas veces, nos preocupamos más por deshacernos del papelito y olvidamos que puede generar este; pues adicional a que hace ver mucho más fea a la ciudad y denota una falta de cultura, le suma trabajo al operario de barrido y cuando llueve, genera inundaciones en las calles porque se colmatan los sumideros.
Barrí hasta las 2 de la tarde, sin descanso como los ‘escobitas’ cotidianamente lo hacen con el pago mensual de $1.160.000 con sus prestaciones de ley; me aguanté las miradas despectivas de la gente y las ignoradas cuando decía “buenos días”, me fui orgullosa de resaltar esta labor que no es nada sencilla y que necesita de mucha más empatía de la ciudadanía, pues tirar papeles al piso no genera empleo como dirían muchos. Aun con callos en las manos, estoy segura de que volvería a ser escobita por un día o por muchos días, pues, aunque no es un trabajo fácil, es un trabajo que te suma lo que a los demás les falta: cultura ciudadana.
* Agradecimientos a la empresa de aseo Ciudad Limpia.