Entre el amor y el poder. Por Belén Alarcón

La  abrupta salida de la Fiscal General de la Nación, Vivian Morales, ha dado pie a que se teja a su alrededor, una curiosa historia de amor que encubre en el fondo, una cruda pugna entre dos sectores de la derecha política colombiana: el sector santista y el de los uribistas pura sangres. Para nadie es un secreto que la Fiscal, mujer valiente, a tono con el mandato de su presidente y bajo exigencias de grandes sectores de la opinión pública nacional e internacional, puso a algunos tras las rejas e inicio investigaciones que sacudieron la entraña misma de la satrapía uribista. Y no era para menos, en el país se empezaba a respirar un sano y necesario ambiente contra la impunidad, que por lo pronto se encarnaba en la gestión de la Fiscal General y que se enrutaba peligrosamente hacia los intocables, que ya sabemos cuáles son. La reacción no se hizo esperar. Contando con la complicidad de un estudiante ramplón, fácilmente instrumentalizable  por oscuros y poderosos intereses, los amenazados, seguramente sintiendo ya las barbas en remojo, se salieron con la suya: sacaron a la fiscal con una clásica leguleyada.  No sirvieron para nada la absurda intromisión en su vida privada, ni las suspicaces asociaciones que quisieron hacerle con el pasado sinuoso de Lucio, su marido. La opinión pública, con algunas excepciones, entendió la situación personal de la Fiscal y optó, contra todos los pronósticos, por apoyarla en su gestión. Por su parte, la Fiscal no dudó en entregar su renuncia irrevocable, antes que abjurar de su historia de amor, que seguramente constituirá un buen guión para cine o televisión al estilo de la dama y el vagabundo o la bella y la bestia, que posiblemente pueda llamarse “La mujer de hierro con corazón blando”. En el emocionado e inusual acto de despedida, el voluminoso público allí presente aplaudía y algunos hasta lloraban, no sabemos si apesadumbrados por la pérdida de una fiscal ejemplar o conmovidos por la historia de amor que estaba en medio. En todo caso, en cualquiera de las circunstancias es rescatable su actitud, dentro de una tradición de gestión pública acostumbrada a que sus funcionarios generalmente son llamados a responder ante la justicia por sus desafueros e irregularidades, cuando menos, si no es que se asilan declarándose perseguidos políticos. En estos días de celebración del día de la mujer, mientras muchas sacrifican el amor para correr tras el poder, es de resaltar el mensaje que dejó la Fiscal defenestrada: la condenó el poder pero la salvó el amor. Valor universal, que de ser privilegiado en la vida política mantendría el mundo en equilibrio.

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