Hace 32 años nació en la capital bambuquera el hijo del maestro Jesús Antonio ‘el tuco’ Reina y Silvia Rivera. Hace 32 años nació en la capital bambuquera el hijo del maestro Jesús Antonio ‘el tuco’ Reina y Silvia Rivera. Víctor Hugo es un fiel amante y representante de la música colombiana, y al igual que su padre, interpreta magistralmente el tiple. Vanessa Díaz Piedrahita Especial LA NACIÓN Víctor Hugo Reina es el heredero musical de uno de los compositores que sin lugar a dudas dejó huella en nuestro país. Desde muy corta edad se inclinó por la música pues creció en medio de rajaleñas, coros, duetos, tríos, y en donde cada pared llevaba el eco de un tiple, una bandola o una guitarra. Actualmente este licenciado en música presta sus conocimientos para el crecimiento musical de niños y jóvenes pertenecientes a Batuta, donde realiza una gran labor social y mezcla lo que más ama: la música y la docencia. Sus inicios A los trece años ingresó al Conservatorio de Música Departamental del Huila con la maestra Enerith Núñez, con quien adquirió la técnica adecuada para interpretar el tiple. Durante cuatro años se dedicó a estudiar este instrumento que lo ha hecho uno de los músicos más reconocidos en este genero en el país, luego de conformar tríos como ‘Cristal’ o Duetos como ‘La Escala’, ‘La Aldea’, entre otros. Son cuarenta obras de su autoría, composiciones que le cantan al amor y a la situación social que atraviesa el país. Y es que aparte del reconocimiento nacional, que lo ha hecho acreedor de varios galardones y de los primeros puestos en los diferentes concursos, Reina siente satisfacción pues la música colombiana ha venido ganando terreno y todo gracias a músicos como él que no desfallecen, aun cuando la música ‘comercial’ se apodera de las nuevas generaciones. El maestro Jesús Antonio Reina Collazos, su padre, falleció en diciembre del año pasado y a pesar de que se siente un gran vacío en el mundo artístico, dejó a su hijo en representación, y muy seguramente eso lo mantiene tranquilo. Hoy son los ángeles en el cielo quienes disfrutan de sus composiciones, mientras que aquí en la tierra Víctor Hugo mantendrá vivo el recuerdo de su padre. Vena artística “Mi padre también era tiplista, desde muy pequeño tuve la oportunidad de vincularme auditivamente a este tipo de música, pues en la casa siempre existían grupos de rajaleñas y música campesina que eran organizados por mi papá”, sostiene. Luego de formarse durante cuatro años en el Conservatorio pasó a hacer parte del trío instrumental Cristal donde reinaba la bandola, el tiple y la guitarra. “Desde 1996 estudié fuertemente y de ahí en adelante empezamos a participar en concursos donde nos hicimos merecedores del Festival Mono Núñez en 1998, en el festival Hato-Viejo Cotrafa y en el Anselmo Duran Plazas”. Como tiplista orgullosamente ha recibido una serie de premios que son de gran nivel en la música colombiana. Desde hace seis años ha venido componiendo música instrumental y vocal y ya lleva cuarenta composiciones, entre las que se encuentran ‘el tuco’, ‘montañas de amor’ y ‘a mi Colombia’. Pese a que hace un par de años miles de niños de la Fundación Batuta en los diferentes rincones del país cumplieron uno de sus sueños al entonar en la celebración del 20 de Julio una de sus composiciones, ahora viene el reto más grande y el anhelo de todo artista: grabar su disco. Aparte de la vena artística, destaca que fue la curiosidad la que lo llevó hasta la música colombiana, el saber de que manera se podía enriquecer y mantener un ritmo que no es comercial pero que posee gran riqueza cultural. “Siempre ha sido importante en mi familia, y prácticamente la motivación fue la de mantener viva la expresión y aportar un poco más. Mis padres y unos tíos paternos, hacían tertulias musicales en la finca y desde allí fui sintiendo pasión por esta música”. Una labor social, por amor a la música Hace diez años trabaja en la Corporación Batuta Huila, donde realiza un trabajo especial con niños y jóvenes desplazados entre los cinco y los diecisiete años que viven en las comunas más vulnerables de la ciudad. “Yo soy coordinador de ese proyecto acá en Neiva y docente también. En mis clases hago música con ellos y salen unas letras asombrosas, los conflictos que ellos viven a tan temprana edad se ven reflejadas en sus composiciones”. Reina resalta que lo más enriquecedor de esta labor es la sonrisa de un niño al llegar a clase, el saber que no les importa estar sin desayuno, pues lo realmente importante es gozarse el espacio y de alguna manera olvidar un poco esos contratiempos que a diario tienen que sobrellevar. “La música los hace meter en la magia de vivir otras cosas, y de sentirse importantes porque el proceso a lo que le apunta es a eso, a que los niños tengan un autoestima mucho más alto de lo que traen y que se sientan reconocidos dentro de la sociedad”, agrega. Música colombiana: la alternativa Para nadie es un secreto que la música colombiana está a un costado, opacada por los ritmos discotequeros y de moda en los que piensan los jóvenes. Sin embargo, muchos han venido apostándole a este tipo de música adecuándole nuevos ritmos que hacen diferente esta expresión, para así tener mayor acogida. “La música colombiana ha venido ganando terreno, pero siempre es complicado luchar contra la música comercial que a diario está en las emisoras (el vallenato, el reggaetón, la salsa) y poder decir que llegaremos a un primer lugar es complicado. Hay gente joven haciendo grandes proyectos y lo importante es que no muera esa tradición. Desde que allá juventud haciéndolo habrá música colombiana por buen rato”. En los festivales nacionales ya se empieza a ver ese adelanto, los arreglos y la inclusión de nuevos instrumentos dentro de este género, sin dejar de lado lo tradicional, hace que se trasciendan las fronteras. “Muchos están haciendo música colombiana con un nuevo estilo para llegar de esta forma a la nueva generación, de hecho como compositor utilizo ese tipo de ayudas sin dejar de lado lo tradicional como lo hemos conocido hasta el momento”. Su inspiración Este tipo de música siempre lleva mensajes de esperanza y es precisamente en ello que trabaja este docente, músico y compositor que se ha dedicado a escribir sobre la situación que atraviesa el país. Empero más que nombrar y enumerar los problemas trata de mostrar el camino mágico y de luz con el que se sueñan los colombianos. Y es precisamente letras como la del bambuco ‘Refugio de Amor’ que obtuvo el segundo lugar como mejor obra inédita en el marco del XV Festival Nacional de Música ‘Mangostino de Oro’, que expresan el deseo de vivir en un mundo mejor. ‘Unos hombres que luchan contra toda incomprensión, Una fuerza que brota del querernos sin rencor, La luz de la vida, el sueño de un amor… Son esperanzas fuertes para andar’.