Laura Lucumí Rojas, es una mujer guerrera, ha aprendido de su experiencia, las circunstancias de la vida la han hecho más fuerte. Es peinadora de trenzas afrocolombianas y día a día lucha para transformar su comunidad desde las obras sociales.
Su infancia no fue fácil, a Laura Lucumí Rojas, le tocó crecer sin una madre; cuando vivían en una vereda de Santa Rita de Paicol, su pueblo natal, su madre se suicidó, cuando apenas Laura tenía 4 años. Su padre, quien trabajaba todo el día, y prácticamente era un “padre ausente” como lo expresó Laura, quedó a cargo de 4 hijos, se volvió a casar y no tenía la opción de brindarle una calidad de vida medianamente buena a su familia, eran de escasos recursos.
Laura es paicoleña, orgullosamente afrocolombiana por descendencia de su padre, quien es natal de Belalcázar en Cauca, y su madre, quien también era nacida en Paicol, un hermoso municipio al occidente del departamento del Huila. Con tan solo 15 años, Laura, decidió salir huyendo de la pobreza que la agobiaba, se fue a vivir a Buenaventura, en el Valle del Cauca, rico en paisajes, en biodiversidad y uno de los puertos más importantes de América Latina, sin embargo, es un distrito lleno de corrupción, violencia, narcotráfico y extrema pobreza. No fue un buen paso para Laura.
Estando en Buenaventura, con su pareja, quedó embarazada, pero lamentablemente perdió el bebé cuando tenía 16 años debido a que padeció malaria, una enfermedad potencialmente mortal causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de un mosquito, y que la tuvo hospitalizada dos meses. Sumado a esta circunstancia; el 25 de diciembre de 2009, su pareja perdió la vida por una agresión con arma cortopunzante, situación en la cual ella quedó herida; por este motivo, decidió regresar al Huila, y radicarse en Neiva.
Desde ese entonces, ha luchado por mantenerse en pie, por no caerse, y si se cae, se levanta, las veces que sea necesario. La vida le ha enseñado, en ocasiones con golpes, pero ella ha sabido confrontarlas y superarlas de la mejor manera. En la actualidad, vive con su esposo, Rubén Darío Estupiñán, oriundo de Buenaventura, y sus hijos Kevin Hurtado de 20 años y el menor que tiene 7 años.
Se siente orgullosa de sus raíces afro, que son aún más marcadas en su extensa cabellera, frondosa en ocasiones, mientras que, en otros momentos, peinada por una o muchas trenzas, que adorna de colores y estilos. Y es que, Laura es peinadora de trenzas afrocolombianas, esas trenzas que encierran historias, historias de la raza negra. Esta es una práctica que viene de muchos años atrás, es un legado africano, y tienen un significado ancestral, cuenta la historia que, en los cabellos enredados de las esclavas, escondían pepitas de oro que alcanzaban a escarbar en su trabajo en la minería durante la Colonia. Además, en medio de sus trenzas escondían las semillas de plantas nativas y medicinales donde la sabiduría de los mayores estaba presente, que después sembrarían en el que sería su pueblo, garantizando de esa forma la seguridad alimentaria para la comunidad. Dándole un significado a esta práctica, que con orgullo realiza Laura, además, es independiente, compra y vende en una bizcochería productos para subsistir junto a su familia.
Entre sus trenzas, su negocio, los quehaceres del hogar, el cuidado de los niños y su rol de mujer, se ha convertido en una reconocida líder de la comuna 9 de Neiva. Laura y su familia viven en el asentamiento Villa Colombia, donde son muchos los requerimientos de sus habitantes, Laura, se ha convertido en un pilar para la sociedad, desinteresadamente, está siempre pendiente, y aunque no cuente con los recursos para hacerlo, gestiona con otras personas con el fin de suplir las necesidades de su comunidad. Causas sociales, que van desde ayudar a los damnificados de un incendio; como ella misma relata “en los primeros días de enero, se quemaron 5 casas, como son de madera, se quemaron todas, gracias a Dios no hubo víctimas mortales. Yo empecé a gestionar con amigos, ayudar a que ´recuperaran´ sus pertenencias, conseguir enseres, ropa y otros instrumentos de primera necesidad”; hasta tramitar con sus contactos para instalar lámparas y a su vez, iluminar el campo de fútbol, el lugar de encuentro de niños y jóvenes para distraerse y alejarse de los peligros y vicios de las calles.
En cuanto a su color de piel, en ocasiones se ha sentido discriminada, y a veces le perturbaba, no entendía por qué la gente tiene esa mentalidad, no obstante, “No dejo que me afecte, me mentalizo que soy importante, que soy grande, le doy gracias a Dios por estar en este mundo y no permito que las malas palabras y las malas intenciones me trastornen” admitió Laura.