Escrito por: David Andrés Sánchez Bogotá – Jefe de Crédito y Cartera Universidad del Rosario
Se va a completar dos años del inicio de la crisis inflacionaria a nivel mundial, principalmente madurada en la era de la postpandemia como consecuencia de la reactivación acelerada de la economía que conllevo a distorsiones en la oferta de las materias primas, impactando en el alza generalizada del IPC. Colombia no ha sido ajena a esta situación, manejando niveles consecutivos de incrementos anualizados de precios que superan los dos dígitos, muy similar a lo ocurrido a finales del siglo pasado.
En línea con el crecimiento de la inflación, se encaminaron aumentos de las tasas de interés por parte de la autoridad monetaria del país, sin que se logre la velocidad suficiente para lograr la convergencia de los precios hacia un punto de equilibrio. No se puede negar los esfuerzos y el interés por el cumplimiento del objetivo del control del IPC que se ha implementado, pues desde el punto de vista del análisis controlar excesos de demanda se ha logrado a tal punto de tener resultados en la expansión de la producción del 0,3% interanual al cierre del segundo trimestre.
Desde el punto de vista de controlar los factores que alteran la oferta de bienes y servicios, los logros no son tan evidentes, la batalla se está perdiendo; alimentos, transporte y en general los segmentos asociados al hogar aún siguen incrementándose por arriba al 12% anual. Servicios públicos no logra la senda objetivo del 4%, todo esto afectando a los más sensibles a los aumentos de precios: los más pobres. Estos desequilibrios están sustentados por factores externos, así también, las decisiones políticas adoptadas al interior del Gobierno.
Con este escenario que tiene impactado el sistema productivo del país y poder adquisitivo de la población, reconocidos economistas y empresarios han lanzado un S.O.S para que el Banco de la Republica empiece a moderar las tasas de interés, con la urgencia de lograr calmar la tormenta que ha venido castigando duramente diferentes sectores de la economía como lo son el industrial, el manufacturero, la construcción, inclusive, el tejido social que forjan las pequeñas y medianas empresas. El mejor argumento, es que las contracciones que se están presentando estas cadenas estratégicas están cocinando lo que sería una profunda recesión de la que podría extenderse mucho tiempo dado los fundamentales actuales.
Es de resaltar que, así como la inflación destruye el poder adquisitivo de un país, socava la supervivencia y el mínimo vital de los más vulnerables, la desaceleración y el desempleo, también son una amenaza para la economía social en un territorio con tantas desigualdades. Es hora de articular al BanRep con la reactivación económica, conminándolo a que modere la postura en materia de política monetaria, para que las personas, empresas y el mismo Gobierno, puedan acceder a crédito más barato para poder llevar a cabo los planes de inversión que son naturales de cada uno de los agentes. Romper la ortodoxia también es un camino.