¿Es usted feliz?

«En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: -«Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: -« ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? »  Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: – «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva…»  (Jn. 4, 5-42)

Padre Elcías Trujillo Núñez

Constatamos que no somos felices a pesar de tantos adelantos, del consumismo, de la permisividad en todo. La felicidad es el agua viva de la que nos habla el Evangelio. Todos tenemos sed de felicidad. Hay sed en las pupilas de los hombres de todas las razas, en las miradas de los niños y de los ancianos, de las madres y de la mujer enamorada. Hay sed en cualquier persona. Intuyen que su vida y su corazón les piden cosas que no hacen y podrían hacer. Se sienten prisioneras de una tela de araña con finísimos y múltiples hilos.

No es que no existan pozos de agua viva. Hay que ir hacia ellos, buscarlos. Los pozos y las fuentes eran, cuando no había agua corriente, lugar de encuentro. «Ir a la fuente», era el lugar más común de hacer amistades. Allí todos llegaban con la misma necesidad, con la misma indigencia, con la misma búsqueda… Los pozos y las fuentes de hoy quizá son otros. El agua la tenemos en casa. No tenemos que ir a buscarla. Pero seguimos saliendo de casa en busca de algo o de alguien porque el hogar no lo da todo, sobre todo cuando estamos vacíos. Hay hogares que no lo dan todo, ni siquiera dan lo esencial… Te dan pan, pero sin gestos de gestos de ternura. Por eso, unos van a los centros comerciales, a la tertulia del café, a las tiendas «de o simplemente «a ver gente»…

El pozo del corazón humano es muy profundo y no podemos llenarlo con las pequeñas felicidades que encontramos en la vida. Si tenemos una bicicleta deseamos tener una moto; y si tenemos una moto deseamos tener un carro. Después de la televisión en blanco y negro, deseamos el televisor en color, el de plasma… Después de alcanzar esto deseamos alcanzar aquello, y así siempre. La samaritana, de que habla el Evangelio, había tenido cinco maridos. Y fueron cinco sueños o, mejor dicho, cinco fracasos. El que ahora tenía no era su marido. Sin embargo, ella, una y otra vez, intentaba ser feliz. Y todos, una y otra vez, intentamos ser felices y nunca estamos satisfechos. Y aunque tuviéramos todo lo que deseáramos, lo cual es imposible, todo lo podríamos perder en unos segundos. ¿Dónde encontrar la felicidad? La samaritana se dio cuenta de que estaba en presencia de un profeta cuando éste «le dijo todo lo que había hecho». Jesús no adivinó nada. Simplemente leyó lo que llevaba escrito en su rostro y lo que decía entre líneas. Se le notaba mucho su búsqueda de verdad, su sed de amor… ¿Es usted feliz?… La pregunta de la felicidad es una pregunta “indiscreta”. Basta ver las “salidas” que la gente da para responder a esta pregunta. Una respuesta corriente es: “lo intento”.

Recuerdo lo que me contaba un amigo en una convivencia de adolescentes preguntó qué entendían ellos por felicidad y cómo ser felices. Una adolescente respondió con prontitud, sin pensárselo dos veces: Yo sería feliz en unos grandes almacenes con una tarjeta visa». Un escritor francés dijo que el gran y terrible descubrimiento de todos los hombres de cuarenta años es constatar que no se es feliz y que nadie lo ha sido y que nadie lo será jamás. A lo mejor es mucho decir, pero nos da una idea de lo difícil que es ser felices. Ser feliz exige un mínimo de concordancia consigo mismo. La samaritana es una mujer en busca de felicidad. Nada se le pone por delante para ser feliz. Pero tiene que descubrir, ayudada por Jesús, que el lugar de la felicidad no está donde ella creía que estaba. Hay que desplazarse hacia el manantial de agua que viene de Dios.

Los creyentes sabemos que la felicidad depende de “arrimarnos” a Jesús, fuente de verdadera felicidad. No todos los entienden. Precioso pasaje el de la samaritana. Todos llevamos algo de lo que esta mujer significa dentro de nosotros. Todos tenemos sed de más. Un más que no son cosas ni personas. Un más que es verdad e intimidad. ¿Cómo no sentir vacío si dejamos de alimentarnos de verdad y de intimidad con Aquél que es manantial de agua viva? Que el encuentro con el Señor desvele toda la sed que llevas dentro y todas las posibilidades que tienes de saciar nuestra sed.

Destacado: “Los creyentes sabemos que la felicidad depende de “arrimarnos” a Jesús, fuente de verdadera felicidad. No todos los entienden. Precioso pasaje el de la samaritana. Todos llevamos algo de lo que esta mujer significa dentro de nosotros”

Pie de foto: En este pasaje, Jesús da un mensaje claro: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”.

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