Los grandes filósofos morales del presente, como Rawls y Habermas …
Los grandes filósofos morales del presente, como Rawls y Habermas, han sustentado que las sociedades occidentales con democracias liberales, requieren para su organización y funcionamiento de un Estado neutral en asuntos de proyectos personales o grupales, concernientes a concepciones religiosas y morales de vida buena. Que el compromiso fundamental del Estado es con la justicia como equidad y con un pacto contractual (constitucional) que garantice a todos y todas iguales oportunidades y acceso a derechos, bienes y servicios. Que las únicas excepciones a este principio deben hacerse en beneficio de los más necesitados. Es decir, que el Estado tiene que admitir como su papel central ser garante de una convivencia justa en medio de la diversidad de opiniones y creencias de tipo religioso, ideológico y político. Al Estado le corresponde salvaguardar ese difícil equilibrio entre libertades individuales e igualdad. No puede comprometerse con una de estas posturas, pues sería imposible el cumplimiento de su misión. Es obvio que en las sociedades actuales vivimos en hibridaciones de máxima complejidad cultural, donde no hay certezas morales sobre lo planteado por las múltiples sectas e iglesias, ni acerca de gustos estéticos, ni concepciones de la felicidad, menos sobre ideologías políticas. Por eso la Constitución no puede ser un libro religioso ni la moral de una iglesia. Ni la plataforma política de un partido. Ni la idea de vida feliz de un grupo. Por las mismas razones todos y todas deberíamos respetar las creencias de los demás para que nos respeten las nuestras, mediante la aceptación de que el mínimo común inalienable para convivir es la justicia y los derechos humanos. En este contexto, ninguna iglesia debería intentar imponer su moral para impedir a otros que piensan distinto a ella, el ejercicio de sus derechos a conformar una familia y adoptar hijos. A proteger niños abandonados. Sobre todo cuando es un iglesia que niega el derecho constitucional a la igualdad a sus propias mujeres, por ejemplo, prohibiéndoles el sacerdocio. Una iglesia que no se ha distinguido por practicar el respeto a la intimidad de los niños. El veneno de la moral religiosa consiste en el maniqueo argumento de predecir, sin fundamento alguno, que todo homosexual dará mal trato a los niños y que éstos últimos necesitan de la doble figura materna paterna, a riesgo de convertirse en homosexuales. Mientras oculta la realidad de los millones de hogares con solo madre o padre donde crecen niños saludables, y los otros millones de hogares heterosexuales donde a diario se abusa y mal trata y donde, muchas veces, emergen los homosexuales. *Docente Usco – Crecer