Tantos actos de los figurones del poder aparentemente intrascendentes, pasan inadvertidos, aunque estén cargados de mensajes sutilmente organizados. En las páginas sociales del periódico “La Nación”, publicaron el pasado viernes un par de fotografías donde reseñaban la exaltación que algunos miembros de la Asamblea Departamental le hacían a la gobernadora, rodeándola con gran camaradería. Pequeños actos de los gobernantes se amplifican en los medios, atribuyéndoles un significado importante, cuando no fundamental. Es el precio que cualquier personaje debe pagar por su ambición de poder o por el poder ya conseguido. Pero todos los actos transcendentales o nimios de los protagonistas de la administración se desarrollan en las esferas de la política, expresando casi siempre una coherencia ideológica extrema. El periódico detalla las fotografías aclarando el motivo de una condecoración, exaltación y homenaje, ofrecidos por el grupo de diputados. Cualquier observador desprevenido, en seguida se pregunta: ¿Y a dos meses de iniciar la actual administración, cuáles son las motivaciones, los méritos o logros alcanzados, para impulsar tal homenaje? Está bien que una evaluación de por lo menos la mitad del período recorrido, acompañada de espectaculares resultados, generara altos grados de legitimidad para forzar tal motivación, pero ¿a setenta días de la posesión y sin mínimos resultados? Y ¿Quiénes la impulsaron? ¿La institución que debe ejercer sobre ella control político? Y peor aún sabiendo que el personaje se encuentra sub judice por el sinnúmero de investigaciones disciplinarias y penales en marcha, hoy en manos del Procurador General y de la Corte Suprema de Justicia. ¿Tratan de minimizar o subestimar el papel de la justicia? La figura del homenaje proviene del viejo feudalismo, cuando los vasallos le declaraban fidelidad al rey, proclamándole en un acto especial, obediencia y sumisión. Pero aquí parece una cínica estrategia perversa, pensada y deliberada para diluir y debilitar presuntas responsabilidades en la investigación jurídica, ya que individualmente aparece respaldada por casi toda la duma departamental, desprestigiando de paso, las inútiles tareas de esa corporación. Si la mayoría de diputados se declaran vasallos de la gobernación, ¿Con qué autonomía e independencia pueden actuar frente al ejercicio de sus funciones? ¿Idiotas útiles? O ¿Simple club de aduladores y clientelistas para sacar ventajas? ¿Estos son los pimpollos de la clase dirigente del Huila?