La Nación
Falleció el escritor huilense Antonio Iriarte Cadena 1 7 septiembre, 2024
JUDICIAL

Falleció el escritor huilense Antonio Iriarte Cadena

El maestro de maestros Antonio Iriarte Cadena, con admirable lucidez se despidió ayer definitivamente de este mundo, convencido que el destino aciago que le apagó su meritoria existencia, es otra forma para seguir viviendo. El maestro de maestros Antonio Iriarte Cadena, con admirable lucidez se despidió ayer definitivamente de este mundo, convencido que el destino aciago que le apagó su meritoria existencia,  es otra forma para seguir viviendo. Ricardo Areiza /Gina Piragauta Acongojado por los quebrantos que debió soportar, en medio de su lucidez, pero con una admirable serenidad, el maestro Antonio Iriarte Cadena, alcanzó a despedirse de sus seres queridos, sin inmutarse mientras la muerte le contaba sus pasos. Ciego y sordo por un cáncer maldito que se le atravesó en el camino, el maestro de maestros, con una abrumadora resignación se anticipó al designio inexorable que le apagó ayer finalmente su meritoria existencia. “El acto de morir- escribió- visto con los ojos lúcidos de ver-no constituye desgracia alguna para nadie; ni para el que supuestamente se va, ni para los que presuntamente se quedan”. Iriarte Cadena, un humanista integral, músico, docente ejemplar como ninguno, entendía que su vida como un atardecer estaba bordeando un ocaso irremediable. “Percibida con los ojos de mirar, la muerte nos parece horrenda, absurda, inaceptable”, escribió con la misma fortaleza como lo hacía cuando interpretaba la guitarra clásica, la otra pasión que le iluminó su vida y le marcó un camino. Por ese sendero asumió la pedagogía como un paradigma y levantó todas las banderas hasta ayer cuando falleció a los 66 años, convencido que el destino aciago, que pagó su vida, es otra forma para seguir viviendo. Inaceptable “Comprendí por fin que la muerte es la consecuencia de haber nacido. Así que ninguno de los seres vivos, humanos y no humanos, animales y no animales, absolutamente ninguno, ha podido ni podrá escapar a este designio misterioso y universal”, anotó en medio de su infortunio. “Sin embargo- recalcó-  queridos familiares y amigos, casi nadie está dispuesto a asumir de buenas a primeras, aunque lo sepa a cabalidad, no importa si es joven o viejo, sano o enfermo, una realidad que, aunque sabida y evidente, no deja de parecernos horrible, cruel, inaceptable. De tal manera que cuando se nos presenta la ocasión de ver nuestra propia muerte, así sea en cuerpo ajeno, en vez de mirarla cara a cara, preferimos ignorarla mediante la falacia de no pensar en ella, de no mencionarla”, escribió Iriarte. Confiado “… Tal vez prevalido de mí, hasta entonces, excelente estado de salud, o quizá confiado en la longevidad de mis ancestros, me concedí alegremente a partir de mi jubilación en mayo de 2005, unos quince o veinte años de vida adicionales, con planes tan prometedores como los de escribir al menos dos libros más, y el de mejorar significativa mi nivel de ejecución guitarrística, animado por mi probado amor por el instrumento y por la bella locura de Diana Patricia de sorprenderme cualquier día con el regalo exquisito de una guitarra de conciertos”. Evidencia Sus planes, sin embargo, no se cumplieron, cuando sintió que la tarde de su vida oscurecía. Entonces tuvo la certidumbre. “Hoy queda en evidencia que mis previsiones fallaron. Una tarde diáfana de octubre, estaba solo en medio de un cielo glacial, teñido en profundo azul. Una bandada de grullas cruzó el cielo a lo lejos, agitando con la levedad de sus alas la mansedumbre del aire. Una hilera de cipreses cansados mecía sus ramas, con el gesto de quien carga a cuestas desde hace siglos el estigma de la perennidad. En la atmosfera quieta de aquella tarde, inabarcable como el mar, la enfermedad, la mandadera de la muerte, me golpeó con rudeza, con determinación. De repente, igual que una ráfaga de viento helado en pleno rostro”. “Lo supe ahí, mientras observaba cómo agonizaba el sol, allá en la más remota lejanía. Fue como una palmada violenta en la espalda, a mansalva y sobre seguro, frente a la cual nada pude hacer para esquivar el golpe o para atenuarlo. Allí sentí por primera vez, cómo la muerte se agazapaba dentro de mí, y comprendí de manera nítida la maestría de sus pasos, el increíble repertorio de sus procedimientos, en fin, la naturaleza y la magnífica versatilidad de su oficio”. “Así, pues, dejé de pelearme con la muerte. No es mi enemiga, y, espero, tampoco sea la de ustedes. Comprendí y asumí, aunque un poco tarde, que ella, la muerte nada me ha quitado, y nada les quitará a ustedes. Ella, la señora muerte, hace parte de un ciclo natural en el que consiste nacer para morir”, escribió como su último legado que entregó a su esposa Diana Patricia Cristancho y a su hija Sara Iriarte. “Cada quien- les dijo-sabrá encontrar el camino a la sabiduría que lo conduzca a un bel morir. En cuanto a mí se refiere, una de las claves para alcanzar tan envidiable estado del Ser, me parece está oculta en estas palabras del poeta William Blake: Ser capaces de ver el universo en un grano de arena, y el esplendor del paraíso en la magnificencia de una flor silvestre”. Un ser excepcional Falleció el escritor huilense Antonio Iriarte Cadena 7 7 septiembre, 2024 Con asombrosa fortaleza, Diana Patricia Cristancho, el amor de Antonio Iriarte durante 33 años, su fiel compañera y madre de sus dos hijas, recordó así las enseñanzas y virtudes del maestro. “Era un ser excepcional, íntegro, con valores edificados durante toda su vida. Un gran esposo, padre y amigo. Un excelente ser humano. Tenía un sentido de la humanidad grandísimo. Era un ser de luz, de gran espiritualidad. Él creó una visión de la vida y la muerte basado en la fusión de las cosmovisiones indígenas, las religiones orientales y la física cuántica”. “Él consideraba que el universo era un ser vivo, orgánico, y que en este proceso de la muerte él hace una transformación e integración a esa fuente; en donde estábamos antes de nacer. Decía que la vida era como una gran olla donde se hacía arequipe y que cada burbujita era un perro, un árbol, él, todos los seres humanos; que al morir, volvían a la fuente. Era un ser espiritual pero no religioso”. Maestro de maestros El maestro Iriarte se licenció en ciencias de la Educación y Literatura, primero en la Universidad Pedagógica y luego, en la University of Northern Iowa, en Estados Unidos. Fue un humanista sin par, escritor, guitarrista y consagrado docente, oficio que ejerció hasta mayo de 2005 cuando se jubiló. Entre las obras más relevantes de Antonio Iriarte se destacan ‘El retador de Vivaldi’, ‘La razón vulnerada’ y ‘El arte de maravillar’, obras que como su existencia meritoria marcaron una huella. Antonio Iriarte Cadena Antonio Iriarte Cadena, Falleció el escritor huilense Antonio Iriarte Cadena 8 7 septiembre, 2024 Diana Patricia Cristancho recibió la compañía de amigos y familiares.