La dictadura de las minorías terminó imponiéndose en la controversia suscitada por el traslado de veinte piezas arqueológicas de San Agustín. La inesperada oposición terminó frustrando la exposición en el Museo Nacional, la mejor vitrina para promover en la cultura Agustiniana, patrimonio de la humanidad.
De nada sirvió la hoja de ruta elaborada desde el año pasado para conmemorar el centenario de las primeras investigaciones arqueológicas en San Agustín e Isnos. Infructuosos resultaron los esfuerzos realizados para acompañar este proyecto. La irracionalidad de los detractores terminó eclipsando esa posibilidad a base de desinformación e inadmisibles vías de hecho.
La exposición contaba con el pleno respaldo del Centro de Patrimonio Mundial de la Unesco (la máxima autoridad mundial en materia de protección), del Consejo Nacional de Patrimonio y por supuesto del Ministerio de Cultura y del Icanh. La mayoría de las estatuas que serían exhibidas estaban guardadas en el Museo Luis Duque Gómez y no en el parque.
La exposición fue técnica y artísticamente diseñada por expertos. El curador y guionista era el arqueólogo Héctor Llanos, con una reconocida trayectoria, y en la coordinación técnica estaban los antropólogos Ernesto Montenegro y Álvaro Bermúdez, apoyados por la restauradora Patricia Ramírez, el museógrafo Carlos Betancourt y el videógrafo Zaji Shalem. Además, contaba con un protocolo científico que garantizaba el cuidadoso desmonte, empaque, transporte, seguridad y regreso de las piezas, cuidadosamente seleccionadas de acuerdo con su representatividad de estas joyas de la cultura ullumbe. Pero no como lo plantearon los detractores, trasladados desde Neiva y Cauca para armar el alboroto.
Una minoría que se impuso por la fuerza, a base de intimidación, sin argumentos válidos. Una minoría que solo ahora aparece en defensa de un patrimonio que antes les ha sido esquivo. Una minoría autoritaria que renunció a la controversia para movilizar a extraños y provocar alteraciones del orden público. Seis buses con indígenas trasladados de Jambaló (Cauca), origen real de la comunidad yanacona, guaqueros y otros grupos trasladados desde Neiva, fueron el reflejo de los otros intereses que se movieron para boicotear el evento. Y no hubo autoridad alguna que tuviera el valor para conjurar las dificultades y defender el proyecto.
Pero claro, también influyó la actitud autoritaria y soberbia del propio director del Icanh, Fabián Sanabria, quien prefirió confrontar antes que concertar. Y por supuesto, la falta de liderazgo de la ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba para defender la iniciativa, terminó apagando un proyecto meritorio. Y se suma a este mal manejo, la indiferencia de las fuerzas vivas, la politiquería, la timidez de las autoridades locales y regionales y la sorprendente ausencia de los secretarios de cultura. En este caso, faltó institucionalidad.
La Ministra de Cultura, la principal responsable, sigue en deuda con el Huila para defender este patrimonio histórico y cultural de la Humanidad.
Si no logramos que la exposición fuera una gran vitrina para San Agustín, por lo menos, garanticemos que los demás actos del centenario, entre ellos el megaconcierto de la Sinfónica Nacional, se puedan realizar, como han sido diseñados. Una exposición, sin las esculturas míticas, en silenciosa protesta, es otra afrenta sin sentido.
“La Ministra de Cultura, la principal responsable, sigue en deuda con el Huila para defender este patrimonio histórico y cultural de la Humanidad”.
Editotrialito
Después de seis años de total improvisación, el gobernador Carlos Mauricio Iriarte abrió la licitación para contratar con particulares la concesión de licores. Ahora, viene la puja, que deberá orientarse con total transparencia para impedir, como ha ocurrido en otros procesos, que los intereses personales terminen imponiéndose.
