El escandaloso caso de seis personajes del mundo electoral colombiano, detenidos cuando presuntamente planeaban todo el entramado que les permitiría un masivo fraude a favor de un candidato a la Gobernación del Valle del Cauca, parecer ser sólo la punta del enorme iceberg que es el sistema de votación en Colombia, desde tiempos pasados bajo sospecha pese a numerosos métodos de control y tecnología de punta aplicada. El escandaloso caso de seis personajes del mundo electoral colombiano, detenidos cuando presuntamente planeaban todo el entramado que les permitiría un masivo fraude a favor de un candidato a la Gobernación del Valle del Cauca, parecer ser sólo la punta del enorme iceberg que es el sistema de votación en Colombia, desde tiempos pasados bajo sospecha pese a numerosos métodos de control y tecnología de punta aplicada. Cuando se avecinan o realizan procesos democráticos de votación popular, se suele hablar de los riesgos de fraude, de las medidas tomadas, de personajes oscuros que ofrecen curules y victorias a cambio de millonarios pagos, de infiltración en los sistemas de computación. Ya hemos pasado, hace rato, de los métodos de fraude manuales, de la aparición física de papeletas en las urnas y de carruseles de votantes, a verdaderos genios o “hackers” de la informática al servicio del crimen electoral, que pueden hacer aparecer, o desaparecer, como por arte de birlibirloque, los votos que sean necesarios en los conteos. Como lo han dicho algunas autoridades que ya investigan a fondo el caso del Valle del Cauca, este tipo de acciones “demuestran una vulnerabilidad institucional” en este tipo de eventos, y señalan que esa es una verdad conocida en todos los procesos electorales donde siempre se hacían esas denuncias, pero ahora hay un logro de los órganos policivos. Se trata, sin ninguna duda, de una verdadera empresa criminal con el fin de alterar los resultados electorales. Se detalla que los capturados en el Valle del Cauca habrían realizado actividades ilícitas para manipular y alterar los resultados electorales como manejo del censo, capacitación de jurados y testigos, e instalación de un centro de acopio con equipos de cómputo en un hotel de la capital vallecaucana. Estamos hablando de procesos y concierto para delinquir que ya podrían haberse utilizado en elecciones pasadas sin ser detectados; lo ocurrido el fin de semana antes de la escogencia del nuevo Gobernador de los vallecaucanos deja bajo sospecha, por lo menos, los comicios más recientes de ese departamento, o yendo más allá, del país entero. Si la tecnología, los funcionarios corruptos, los sistemas de acceso ilegales ya existen, sólo habría hecho falta el dinero suficiente para “aceitar” esa maquinaria criminal. Y plata, mucha plata, es la que corre en muchas de las contiendas democráticas del país, desde concejales, personeros, hasta el Congreso de la República, es una verdad de a puño que lastimosamente hay que reconocer. En este caso en particular, han sido capturados personales de alto nivel regional y nacional, comprometidos en una de las operaciones más sofisticadas para alterar resultados que la ciudadanía supone son claros, limpios y ajenos a todo entramado corrupto. No es así, doloroso decirlo; en muchos casos la democracia no pasa de ser una fachada mediante la cual se arropan o esconden los más protervos intereses. Que se vaya hasta el fondo de todo este asqueroso asunto, y si se trata de cabezas de mayor nivel, con más contundencia. La confianza electoral está en serio riesgo.