Por: MARTHA CECILIA RENTERÍA MENGAÑO
Jiri Jiri lo conforman 246 habitantes que viven en un área protegida de 4.960 hectáreas. Llevan más de cuarenta años en un territorio donde han enterrado a sus ancianos, sabios y jóvenes. Durante todo ese tiempo su gran legado ha sido la palabra, esa misma que se hace realidad mediante la oración, el canto, el dolor, la alegría y la paz. La misma palabra que un día ante la desgracia y la decadencia de la juventud, los llevó a emprender una iniciativa que denominaron: Guardianes del Territorio.
Han sido víctimas del conflicto armado, del comercio de madera, de la caza indiscriminada de fauna, de la minería ilegal y de la invasión del hombre blanco. En el año 2002 las antiguas Farc, acabaron con la vida de cinco de sus habitantes: dos autoridades tradicionales y tres jóvenes. Hoy nadie sabe dónde reposan sus restos pero ni la tragedia los ha logrado debilitar.
José Mengaño, padre de los jóvenes Rivelino y Wilfredo, sigue a la espera de que los excombatientes de las Farc le informen dónde se encuentran los despojos de sus hijos para darles una sepultura digna. Él los buscó por el río Caquetá arriba, muy cerca al casco urbano de Solano. Los preguntó en cada asentamiento colono e indígena, y nadie le dio respuesta por miedo. En aquellos tiempos el grupo subversivo controlaba el comercio, los movimientos de la región: La pesca, los cultivos, el transporte. Todo, hasta la vida.
Y ellos, en compañía de Marcelino Muñoz Parra, Wilson Muñoz Cabrera y Lisandro Castro, habían salido del resguardo a pescar para subsistir en un territorio donde abundan las necesidades y el hambre. Pescaban especies ornamentales para llevar al mercado de Puerto Leguízamo, una práctica que controlaba el frente 15 de las Farc por todo el río Caquetá.
Los cinco integrantes de Jiri Jiri se suman a la extensa lista de indígenas asesinados en medio de un conflicto que no les pertenece. Y los crímenes no cesan, un año después de la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, la Consejería de Derechos Humanos de la Organización Nacional Indígena de Colombia-ONIC, reportó un total de 38 personas nativas asesinadas sin justificación más que otra que defender su territorio y su cultura.
FORTALECIMIENTO CULTURAL
Un grupo de hombres y mujeres jóvenes, que cuenta con el respaldo del Consejo de Ancianos del resguardo, lidera el proceso que cumple cinco años de trayectoria en la región, siendo un ejemplo de superación, emprendimiento y construcción de paz.
“Queremos que nuestros jóvenes se enfoquen a trabajar por la comunidad y fortalecer la cultura que es lo que nos da identidad como pueblo. Le apostamos a crear una escuela de formación tradicional que perdure en el tiempo, porque es la única herencia que podemos dejarle a nuestros hijos”, dijo Fabio Andrés Muñoz Álvarez, coordinador político de los Guardianes.
De este modo, la gran apuesta de los Guardianes, es fortalecer y dar nueva vida a las danzas tradicionales, los rituales, la lengua propia, la elaboración de artesanías, la cosmovisión y el tejido social de las familias.
“Nosotros apoyamos a los guardianes para que los espíritus de la naturaleza no los desconozcan. Los guardianes no están solos, se guían con el canasto de la sabiduría, a través de la planta de tabaco (d+ona) y la coca (jibina)” expresó Liborio Muñoz, cacique de Jiri Jiri.
IMPACTO AMBIENTAL
Todos los que habitan más allá del río Caquetá, están invitados a participar de un proceso transformador en favor de la madre tierra. Y bajo esta incansable labor, hoy los Guardianes han logrado reforestar parte de sus árboles maderables, controlar la caza de animales y descontaminar los caños y quebradas.
“Estamos cuidando nuestro territorio porque todo es sagrado. Cuidamos las lagunas, las cabeceras de los caños, los cananguchales, los lugares sagrados como los salados y la naturaleza donde se encuentra la medicina tradicional”, indicó Willintong Villareal, integrante de los Guardianes.
CONSTRUYENDO LA PAZ
Los Guardianes están convencidos que el fracaso de sus parientes en manos de las Farc, los hizo fuertes y lo están demostrando con un proceso que busca que los jóvenes se queden en el territorio para que no se vinculen a grupos armados ilegales, tomen otros destinos y se pierda la identidad.
También han logrado motivar a los habitantes del vecino resguardo El Progreso y el cabildo La Primavera. Y así, el proceso se ha hecho más fuerte y amplio. Hoy son 124 familias que suman 504 habitantes que se reconocen como guardianes del territorio y el río Caquetá.
Y con todo esto, los indígenas de las tres comunidades, buscan que el Estado, -esa figura que no cabe en sus imaginarios, porque les ha fallado y los ha dejado a merced del abandono y el olvido-, reconozca a los Guardianes del Territorio, como autoridades ambientales protectoras de la naturaleza. Esto es, que se construya una Política Pública tendiente a incentivar el trabajo diario de los nativos en sus resguardos.
El cacique Liborio Muñoz enseña a sus nietos el significado de la coca y la chagra.