Diez años después de la invasión a Irak que provocó la caída del ex presidente Sadam Husein, no logró mejorar la posición de Estados Unidos en Medio Oriente. Diez años después de la invasión a Irak que provocó la caída del ex presidente Sadam Husein, no logró mejorar la posición de Estados Unidos en Medio Oriente. Durante la costosa guerra murieron 112.000 civiles. WASHINGTON, AFP La invasión estadounidense a Irak logró derrocar a un dictador y desestabilizar a Medio Oriente, pero diez años después, la guerra reveló los límites del poder militar y dejó a Estados Unidos en una posición que no es más fuerte que la anterior. Con las tropas fuera del terreno tras la muerte de al menos 4.500 soldados estadounidenses y un costo estimado en un billón de dólares, hay poca conciencia en Washington respecto a una guerra que ya no concita la atención pública. Diez años después de la invasión a Irak que provocó la caída del ex presidente Sadam Husein, varios analistas y diplomáticos coinciden en que la guerra no logró mejorar la posición de Estados Unidos en Medio Oriente. “Sin ni siquiera cuestionarse si una verdadera democracia es viable o sustentable (en Medio Oriente), Estados Unidos no sacó ningún beneficio de la guerra en Irak”, afirmó Ramzy Mardini, del instituto para estudios estratégicos sobre Irak en Beirut. Por el contrario, la “falta de certeza” sobre la capacidad del poder militar de Estados Unidos para hacer este trabajo y una falta de visión sobre el papel de Husein como contrapeso árabe de Irán, la guerra perjudicó los intereses estadounidenses. “La caída de Sadam Husein no solo creó un vacío de poder en Bagdad, creó un vacío de poder en la región, que zambulló a los países vecinos en un intenso ambiente de competencia en seguridad”, lo que continúa actualmente, agregó Mardini. Errores estratégicos Estos errores no se remiten solo a la presidencia de George W. Bush, según Christopher Hill, un veterano de las negociaciones de paz en Bosnia, de las conversaciones sobre el plan nuclear de Corea del Norte y embajador en Irak entre 2009 y 2010. Hill, actual decano de la escuela de estudios internacionales Josef Korbel en la Universidad de Denver, sugiere que la “completa desconexión entre Washington” y su personal “sobre el terreno” continuaron hasta el final. El presidente Barack Obama usó su oposición a la guerra para diferenciarse de Hillary Clinton cuando aspiraba a la nominación demócrata en 2008. Como presidente, declaró el fin de las operaciones de combate estadounidenses en Irak en diciembre de 2011, fecha fijada por Bush. “Estados Unidos no mostró suficiente paciencia estratégica con la política en Irak,”, dice Hill. Y destaca los meses que se necesitaron para asegurar un gobierno formado tras las elecciones en 2011 que responda a los intereses de los chiitas, sunitas y kurdos. En su lugar, la política estadounidense continuó guiándose por consideraciones militares, dijo Hill. Y la reciente caída en desgracia del general David Petraeus dejó a muchas personas, “incluyéndome a mí”, con “una mirada más honesta” sobre Irak. Petraeus al frente de la coalición en Irak, encabezó una estrategia antiinsurrección que mejoró la seguridad en la zona. “Había gente en Washington más interesada en consolidar los avances logrados en la guerra de la antiinsurrección que en entender la política fundamental del país” agregó Hill. Invasión por error Como resultado, el país que Estados Unidos dejó detrás tiene “normas democráticas que no firmaríamos” y “el mejor juego para Irak” se está realizando entre sus vecinos, afirmó. El deseo de Obama de una retirada militar refleja quizás el lugar tortuoso que ocupa el conflicto en la psiquis estadounidense. “Toda retórica a un lado, invadimos un país por error”, dijo James Dobbins, director del centro de seguridad internacional y política de defensa en Rand Corporation, un centro de análisis en Washington con estrechos lazos con el gobierno de Estados Unidos. “Para todo intento maligno de Sadam, efectivamente todo había sido desarmado. Las sanciones hicieron su trabajo”, precisó. Al comenzar la guerra, las tropas estadounidenses desplegadas en el desierto de Irak el 20 de marzo de 2003, respaldadas por una coalición conformada por varias decenas de países, recibieron la orden de encontrar armas de destrucción masiva presuntamente en manos del régimen de Husein. Sin embargo, nunca se encontró ningún arsenal de ese tipo. Y muy rápidamente, Estados Unidos concentró sus esfuerzos para asegurarse de que Irak se uniera a los aliados de Occidente. “La agenda de la democracia se convirtió en la última excusa posible para invadir Irak. No es un aliado. No es un enemigo cualquiera”, concluyó Dobbins. Un saldo trágico Por lo menos 112.000 civiles murieron en Irak en los diez años transcurridos desde la invasión de 2003, dirigida por Estados Unidos, que derrocó a Sadam Husein. Incluyendo a los combatientes de todos los bandos de este conflicto que duró una década, así como a los muertos civiles sobre los cuales no existe documentación, la cifra podría llegar a 174.000, de acuerdo con el grupo Iraq Body Count (Irak Recuento de Cadáveres, IBC), con sede en Gran Bretaña. “Este conflicto todavía no es historia”, afirmó el IBC en su informe, que estimó el número de muertos civiles desde el 20 de marzo de 2003 entre 112.017 y 122.438. IBC señaló que en los últimos años, Bagdad ha sido, y sigue siendo, la región mas mortífera del país, donde se registran 48% de todas las muertes, y que el conflicto causó más víctimas entre 2006 y 2008. Este informe señaló que la violencia sigue siendo importante, con una cifra anual de muertos civiles de entre 4.000 y 5.000 personas, equivalente al total de las fuerzas de la coalición que murieron desde 2003 hasta la retirada de los militares estadounidenses, en diciembre de 2011, de 4.804. Seguidores recuerdan al clérigo chiíta Moqtada al-Sadr asesinado por el régimen de Hussein.