Guillermo Bravo: 10 años de impunidad

El periodista huilense Guillermo Bravo Vega, acérrimo enemigo de la corrupción y del clientelismo en el departamento, fue asesinado el 28 de abril de 2003 en la sala de su humilde casa. 10 años después, su crimen continúa en la impunidad, los presuntos sicarios fueron asesinados, la investigación está paralizada y aún se desconocen los autores intelectuales del asesinato. Su familia clama justicia.

LA NACIÓN, NEIVA
Las teclas del computador quedaron impregnadas con su sangre, luego que tres impactos hirieran su humanidad. Un disparo en el pecho, al lado de su corazón, otro en la mandíbula y uno más en su cabeza fueron suficientes para segar su vida. No sentir, no hablar y no pensar fue el mensaje que quisieron dejar sus asesinos.

53 días antes del atentado un sicario había llegado hasta su hogar. Le confesó fríamente que lo habían contratado para asesinarlo y le dio la cifra que habían pagado por su cabeza. El suceso fue registrado por la prensa local como el caso del sicario arrepentido, quien además le recomendó que saliera de la ciudad porque la próxima vez no habría advertencias.

Atemorizado se radicó en Bogotá por dos semanas, pero finalmente regresó. A pesar de las reiteradas solicitudes de protección estatal y de su delicada situación de seguridad, las autoridades nunca le suministraron el apoyo requerido. Guillermo Bravo Vega murió en su ley, investigando, haciendo periodismo crítico y de denuncia, el que siempre lo caracterizó.

La noche del lunes 28 de abril del 2003, cuando el asesino ingresó a la sala de su humilde casa, ubicada en el barrio Virgilio Barco en el norte de Neiva, él trabajaba en su improvisado escritorio sobre las victimas del paramilitarismo en Colombia. Esa tarde había hablado con su hijo Juan Carlos, quien lo notó algo molesto. Tal vez presentía su muerte…

Eran cerca de las 7:45 p.m. y mientras algunos de los habitantes del tranquilo barrio popular cenaban u observan el noticiero de la noche, Guillermo abrió la puerta de la calle y se sentó a trabajar. A pesar de las constantes advertencias de Ana Cristina Suárez, su compañera sentimental, él siempre insistió en disfrutar de un poco de brisa.

Cuando el asesino entró a su casa, él se giró y alcanzó a ver su rostro. Estaba solo, su compañera estaba trabajando. Luego del vil ataque, Guillermo fue trasladado en una patrulla de la policía hasta el Hospital Universitario de Neiva Hernando Moncaleano Perdomo, donde minutos más tarde falleció.
Testigos aseguran que los sicarios que se movilizaban en una moto RX 115 negra, luego del atentado se encontraron con Yeison Guzmán Gutiérrez, alias el “fiscal”, en el polideportivo del barrio, y ahí mismo recibieron el pago por el asesinato.

Meses después, tanto Guzmán como los presuntos sicarios fueron asesinados. El cuerpo del ‘fiscal’, un exfuncionario del CTI de Neiva desvinculado de la institución por supuestos vínculos con grupos paramilitares, fue encontrado en zona rural de Algeciras con evidentes signos de tortura.

Incorruptible
A lo largo de su prolífera carrera como periodista, Guillermo Bravo recibió múltiples amenazas. Plomo o plata fue la oferta que recibió de sus enemigos, pero fiel a sus principios se negó a recibir una dádiva por ocultar un acto de corrupción estatal.

Sus trabajos investigativos lo hicieron acreedor al premio nacional de periodismo Simón Bolívar y a dos premios Reinaldo Matiz. Su énfasis fue la economía cafetera, la desigualdad agraria y social, el negocio de las petroleras extranjeras con los recursos de la región y la corrupción administrativa que carcomía las escasas finanzas del departamento.

Fruto de su trabajo investigativo se reveló un vergonzoso desfalco al Estado en la construcción del edificio de Comfamiliar. Varios funcionarios resultaron encarcelados. En una titánica batalla logró, junto a los sindicatos del sector petrolero, la reversión de la compañía estatal Ecopetrol a la región.
Emprendió una cruzada contra la venta de la Licorera del Huila y realizó insistentes denuncias acerca de manejos administrativos nocivos para las finanzas estatales, con la tercerización del negocio de licores en el departamento.

Bravo aseguraba que con operaciones fraudulentas se beneficiaba al operador privado en detrimento de los intereses de la región. Sin embargo, ninguna de sus observaciones tuvo el eco necesario para frenar las operaciones, ni los entes de investigación encontraron falencias en los procesos ejecutados.
Agobiado por el desinterés del pueblo huilense frente a la malversación de sus recursos, a manos de lo que él llamaba la mafia opita, Guillermo Bravo, a sus 64 años de edad se sentía derrotado.

Enfocó sus últimos esfuerzos en visibilizar a las víctimas del paramilitarismo en el país y en la región, denunciando la presunta comunión de estas estructuras ilegales con algunos caciques políticos de la región.

Pérdida irreparable
Guillermo Bravo nació en Gigante y tuvo una infancia difícil. Su papá, un importante potentado de la región, nunca lo reconoció legalmente y su mamá fue envenenada cuando apenas tenía 12 años. Solo hasta ese momento, cuando quedó huérfano, recibió el apoyo paterno y tuvo una privilegiada y holística educación en la capital del país.

Dos momentos marcaron su vida: el asesinato de su madre y el homicidio que él cometió, durante una festividad sampedrina, en estado de embriaguez. Estuvo en la cárcel durante cinco años y allí cambió radicalmente su proyecto de vida.

Le juró al hijo del hombre que asesinó, que dedicaría su vida a ayudar a los necesitados y a denunciar a los corruptos. Desde temprana edad se convenció que moriría por la verdad si fuera necesario y con esa meta se involucró en proyectos periodísticos escritos, radiales y televisivos.

Fue un destacado economista, hombre recio, estricto, crítico, de izquierda, enamorado, rumbero y con una especial sensibilidad artística. Llevaba con rigurosidad la contabilidad de sus gastos personales. Vivía modestamente y procuraba gastar en lo estrictamente necesario.

A sus 64 años dejó cinco hijos, varios libros de poemas y ensayos, así como 85 publicaciones de la revista Eco Impacto, órgano informativo en el que publicó sus investigaciones durante 17 años, con la financiación de los sindicatos del departamento.

Siempre cuestionó las estructuras de poder en la región y en el país. Exaltó las cualidades del hombre y la mujer huilense, pero les recriminó fuertemente su asombrosa pasividad frente a la corrupción, la que siempre combatió y a la que había jurado derrotar.

Impunidad
Las investigaciones por el asesinato del periodista Guillermo Bravo continúan en etapa preliminar, luego de 10 años. Los presuntos autores materiales fueron asesinados y se desconoce el o los autores intelectuales.

Muchas son las especulaciones del asesino de Bravo. La Fundación Para la Libertad de Prensa (Flip) estableció como presuntos responsables a los políticos de la región.

Mientras las conjeturas en el departamento se siguen tejiendo debajo de manteles, Juan Carlos Bravo, su hijo, se empeñó en desenmascarar a los asesinos. A pesar de las múltiples amenazas escribió el libro ‘Revelaciones del Magnicidio’ en donde reconstruyó la trágica historia, los posibles móviles y presuntos culpables. Una historia que pisa callos en las altas esferas políticas y económicas del Huila.

Sin embargo, su meta no es otra sino impedir que en este caso no reine la impunidad. Anhela justicia, verdad y garantías de no repetición. Él es periodista como su padre, y al igual que él, se ha obstinado en que la luz prevalezca sobre la oscuridad.


Celebración de sus cumpleaños en el Diario La República. Fotos suministradas.


Con su esposa Ángela Ortiz en reunión familiar.


El día de su matrimonio junto a Ángela Ortiz.


En entrevista con el ex presidente Daniel Samper.


En una de sus facetas como cantante.


Guillermo Bravo con sus hijos.


En sus años de juventud.


Recibiendo el Premio Simón Bolívar.

 

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