La Universidad Surcolombiana, en otro tiempo orgullo del pueblo opita, que no sólo la vio nacer, sino que jugó papel fundamental en su gestación y nacimiento, marcha actualmente al garete, sin norte definido, cada vez más distanciada de su gente y de su pueblo.
Convertida en un feudo electoral de los más poderosos, agresivos e ignorantes reductos de la tradicional política Liberal-Conservadora, ahora con otros nombres partidistas, que ha desangrado y usufructuado nuestro país y particularmente la región Surcolombiana por más de doscientos años, agoniza entre inaudibles balbuceos de pretendidos reconocimientos y liderazgos que hace ya mucho tiempo dejó perder.
La calidad académica que antaño era el referente de su accionar y compromiso indelegable, no sólo de profesores y estudiantes sino de toda la comunidad Universitaria, ahora sólo se registra como una entelequia dentro de las formalidades de los documentos engañosos e intelectualmente fraudulentos con los cuales mendigamos la pervertida acreditación Institucional.
Deteriorada física y moralmente, secuestrada su administración por un prepotente grupo que ha opacado y apocado la imagen de la señora rectora y, cada vez, se hace menos visible ante la comunidad, la Universidad parece una embarcación que naufraga al grito de: ¡Sálvese quien pueda! mientras su tripulación se alza con el botín y se apresta a abordar otra nave en la cual, seguramente, repetirán sus excesos. Aquí, en la Universidad, nadie que pueda reconocerse de la administración da razón de nada ni atiende los clamores de una comunidad que siente, padece y se opone al inminente derrumbe de la otrora inquieta, inteligente y prometedora USCO. En más de una ocasión las asociaciones sindicales, los estamentos docentes y estudiantiles han llamado a la alta dirección a dialogar y deliberar, pero, son oídos sordos a los clamores por salvar los vestigios de lo que para el pueblo Huilense fue un sueño esperanzador.
Al parecer lo más fácil para la administración es referirse al trabajo docente, encaminado a formar en la participación, deliberación y en la democracia, como acción de “tira piedras” y de no cooperar en absolutamente nada para contribuir a soluciones, cuando somos nosotros y nosotras los que mantenemos la llama de la educación viva.
Con un colectivo de profesores y de servidores administrativos y de servicios generales que por encima del 70% son contratistas con vinculación de ocho, y en algunos casos hasta menos, meses por año y a quienes, en contra vía de la normatividad judicial, se les desconocen sus derechos laborales, es imposible que la Universidad responda a sus propósitos misionales y a los compromisos sociales que la legitiman institucionalmente. Mientras la Universidad siga siendo el codiciado botín de politiqueros y contratistas, y las redes sociales se utilicen para promocionarle una imagen idílica (maquillada con bicicletas, ladrillo, cemento, hierro y pintura fresca) no podremos esperar de Ella nada distinto a una fanfarria de barrio pobre una tarde triste de domingo.
Sumada a esa tristeza, pensar que ni el Consejero delegado por la Presidencia de la República y demás miembros del Consejo Superior Universitario de nuestra Universidad hacen caso al idílico final de la Universidad Pública para todos y todas.
JUNTA DIRECTIVA DE ASPU – HUIL
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