Alejandro Serna Serna
Ante la alta demanda de la ciudadanía sin intermediadismo en el orden político, cada día obliga a los gobernantes dedicar más tiempo en la obtención de resultados inmediatos, lo que nos transporta a procesos políticos cada vez más imprevisibles y populistas, ante una competencia política estructuralista o de partidos políticos, los cuales han venido cedido terreno.
Nuestro actual panorama colombiano, dista de aquella hegemonía partidista de otrora, cuando se dio el famoso “frente nacional”, ya que con la Constitución Política del 1991 garantizó el pluralismo como principio constitucional. Fruto de ello, para la fecha, nuestro país cuenta con 14 partidos políticos con personería jurídica, de los cuales: Nueve de ellos se sostuvieron producto de los resultados de las elecciones del 2014; Tres partidos más (ASI,MAIS y AICO) mantienen su condición partidista por su pertenencia a las minorías étnicas, pese a no haber sobrepasado el umbral; Finalmente, dentro de este grupo, están dos partidos a quienes recientemente se les otorgó personería jurídica como lo es la UP y la naciente FARC.
Resulta innegable reconocer que los partidos políticos de turno y sus directorios, se han desconectado de las regiones, han perdido sintonía con los intereses ciudadanos y han desmejorado la calidad de su discurso, ubicándolos en una situación de desprestigio y de descredito, con un 87 porciento de imagen desfavorable, frente a tan solo 10 puntos de porcentaje de opinión favorable, según las últimas mediciones de las grandes firmas encuestadoras en Colombia.
Ante esta dinámica, surge una opción distinta dentro de la contienda política de camino a la Presidencia de la República de Colombia y son los movimientos sociales y los grupos significativos de ciudadanos. Allí los candidatos que aspiren por firmas tendrán que contar con un comité inscriptor, según lo establece la ley 1475 o reforma Política del 14 de julio de 2011, tendencia presentada actualmente donde cerca de 40 candidatos presidenciales irían por firmas, frente a unos pocos, contados con los dedos de la mano que tendrían aval de un partido político.
Ante la crisis partidista evidenciada, habría que cuestionarnos: ¿es dable una democracia sin partidos políticos?, para lo cual podríamos asentir en razón a la garantía de los principios de la libertad, el pluralismo, y la participación. El problema emerge cuando estos movimientos cívicos o ciudadanos, con aparente respaldo popular o firmas, en desarrollo de la democracia funcional dentro del modelo político implementado, pueden presentar perversas tergiversaciones a merced de organizaciones ideológicas o políticas, que van desde el conservadurismo religioso, movimientos con simpatías fascistas o nacionalistas, o finalmente, por grupos de extrema izquierda, lo que nos podría llevar a un marcado populismo autoritarista muy de moda en Latinoamérica. ¡Juzguen ustedes!