Con una agenda económica más progresista que la de Joe Biden, y una defensa abierta del derecho al aborto sin reservas morales, Kamala Harris se posiciona como una candidata decidida a llevar adelante un cambio significativo en la Casa Blanca. Con guiños hacia la gratuidad de la educación universitaria, Harris se propone abordar con ambición los desafíos sociales.
Una agenda económica más progresista que la de Joe Biden, una abierta defensa del derecho al aborto sin la reserva moral del presidente, un católico practicante de 81 años; continuismo en política exterior y guiños a la gratuidad de la educación universitaria, así como a los votantes de minorías perjudicados en su derecho al sufragio por decisiones del Tribunal Supremo y por los límites impuestos por los legisladores republicanos. El programa de Kamala Harris, si es elegida candidata a la presidencia y alcanza la Casa Blanca en noviembre, se construirá sobre el legado de Biden y, en función del equilibrio de fuerzas en el Congreso, con políticas más ambiciosas en cuestiones económicas y sociales, la primera de ellas la salud sexual y reproductiva, aborto incluido.
Aborto
Es tal vez el tema en el que más cómoda se siente. El mismo día de la primavera de 2023 en el que la candidatura Biden-Harris se oficializó, ella participó en un acto en defensa de la libertad sexual y reproductiva de las mujeres en su alma mater, la histórica universidad afroamericana de Howard, en Washington. En sus dos primeras intervenciones desde la retirada de Biden, ha insistido en sendos actos electorales en la defensa del aborto. “Quienes creemos en la libertad reproductiva, haremos lo posible para tumbar los vetos extremos de [Donald] Trump [candidato republicano]. Confiamos en que las mujeres son capaces de tomar decisiones sobre su propio cuerpo y no [creemos en] que su Gobierno les diga lo que tienen que hacer”, advirtió esta semana en Milwaukee.
Política exterior
Si resulta elegida, es de prever que mantenga en gran medida la política sobre Gaza. Como vicepresidenta, ha reiterado su apoyo a la seguridad y el derecho a la defensa de Israel, al tiempo que ha expresado la necesidad de acabar con el sufrimiento de los civiles palestinos. En diciembre dijo: “Mientras Israel persigue sus objetivos militares en Gaza, creemos que Israel debe hacer más para proteger a los civiles inocentes”. Ese mismo mes viajó a Dubái para mantener contactos con líderes árabes. El 4 de marzo, pidió una tregua inmediata y añadió que Israel debía ampliar el flujo de ayuda humanitaria al enclave.
En vísperas de su encuentro con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, uno de sus asesores resumió su postura: “Es hora de que la guerra termine de una manera en la que Israel esté seguro, todos los rehenes sean liberados, el sufrimiento de los civiles palestinos en Gaza termine y el pueblo palestino pueda disfrutar de su derecho a la dignidad, la libertad y la autodeterminación”. Kamala Harris fue la encargada de reunirse con miembros de la comunidad árabe de Míchigan, descontentos con el firme apoyo a Israel de la Administración demócrata y que en las primarias propinaron un varapalo a Biden. En foros proisraelíes como el de AIPAC, el principal lobby judío estadounidense, no ha ocultado su apoyo a Israel.
La frontera
Es el flanco más descubierto de la candidata. Al principio de la legislatura, Biden le cedió la gestión de la frontera con México y de la crisis migratoria. Se interpretó entonces como un voto de confianza en un asunto crucial, pero también, para no poner en riesgo el capital político del presidente en un asunto espinoso. En su primera salida al mundo, Harris viajó a México y a Centroamérica y pronunció dos palabras que definieron el arranque de su vicepresidencia: “No vengan”, les dijo a los migrantes guatemaltecos, cosechando duras críticas por ello.
Los cruces irregulares han batido récords durante estos últimos tres años y medio y los republicanos quieren que cristalice el mensaje de que gran parte de la culpa en la deficiente gestión de la crisis migratoria es de Harris, a la que han pasado a llamar, con Trump en cabeza, la “zarina de la frontera” (pese a lo que la etiqueta tiene de exageración sobre sus atribuciones reales en el asunto). En una inusual llamada con periodistas que tal vez hable de su inquietud ante el entusiasmo inicial que ha provocado entre los suyos el cambio de candidata, el expresidente y ahora candidato Trump dijo el martes: “Si llega a ser presidenta, la invasión [de inmigrantes] empeorará”. Y añadió: “Tal como lo hizo con San Francisco [donde fue fiscal de distrito], y tal como lo hizo con la frontera, destruirá permanentemente el país”. El candidato republicano prometió también: “Sellaré la frontera, detendré la invasión y mantendré Estados Unidos a salvo”.