¡Hecatombe de los partidos políticos!

Alejandro Serna Serna

Atrás las quedaron las sempiternas disputas entre “liberales y conservadores” y el tradicional bipartidismo que nos había caracterizado, muy a pesar de los fenómenos de las disidencias políticas y el mismo faccionalismo que ha afectado a las fuerzas políticas tradicionales a lo largo de nuestra historia republicana.

Es notorio el desgaste que han sufrido los integrantes de la coalición de gobierno nacional durante casi 8 años, incluidos aquellos partidos que no han sido del bloque gobiernista, pero que apoyaron el proceso de paz. Al respecto pienso que hay algo frecuente en todas las encuestas, de las cuales reflejan una realidad y es el descrédito de la política, de los políticos, de las autoridades y de las instituciones.

Ante esta situación en particular, se observa como los gamonales políticos regionales tradicionales, ven hoy en aprietos la oportunidad de reelegirse, aunado a la reducción del potencial electoral que sufrirán las listas por el desconcierto ciudadano de la reforma tributaria, poniendo en riesgo de que estas no les alcance el umbral o queden en un puesto de desventaja electoral.

Situación análoga se presenta en las justas electorales presidenciales, ante la existencia de 10 precandidatos partidistas y una candidata con respaldo de partido, frente a 27 aspirantes a la Presidencia de la República que lo harán mediante los comités de ciudadanos para recolectar las firmas requeridas, siendo esta tendencia, prueba fehaciente de la debilidad por la que atraviesan los partidos tradicionales colombianos y ni que decir de los movimientos políticos, que estarían “ad portas” de su extinción producto de la reforma electoral en trámite en el Congreso.

La ley 130 de 1994, en parte ha sido cómplice de cierta laxitud, permitiendo que el truquito de la inscripción de candidaturas por firmas, sea una práctica generalizada en las elecciones para alcaldías, gobernaciones y, en menor medida, en las elecciones nacionales, verbigracia, en las elecciones presidenciales del 2002, donde el candidato ganador inscribió su candidatura por firmas bajo el movimiento Primero Colombia.

Lo que observamos ante este descredito partidista, es una caída hacia el vacío, que agudiza la desinstitucionalización del país y de la misma democracia, donde impera el canibalismo político, el instinto de conservación política y clientelismo.

Atrás quedo los programas e ideología política, o la calidad discursiva. Hoy impera la capacidad de coalición con sectores políticos huérfanos de candidatos, realidad que contrasta, en una sociedad polarizada que se moviliza por odios y pasiones, que se convierte en la cicuta de la democracia representativa, acompañado de la indiferencia de los partidos políticos frente a los temas más imperantes de la política nacional y de un electorado hastiado de las ideas moderadas. ¿Será que deberemos ir pensando en una democracia sin partidos?…

 

 

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