Va siendo hora de que el país se plantee una discusión seria, a fondo, de cómo debe quedar contada la verdadera historia nacional de la violencia que no se acabó con el Frente Nacional sino que tomó nuevos matices, modificó su estructura, mutó a otros seres siniestros y se transformó gracias, en buena parte, al inusitado auge del narcotráfico. Va siendo hora de que el país se plantee una discusión seria, a fondo, de cómo debe quedar contada la verdadera historia nacional de la violencia que no se acabó con el Frente Nacional sino que tomó nuevos matices, modificó su estructura, mutó a otros seres siniestros y se transformó gracias, en buena parte, al inusitado auge del narcotráfico. La historia que se cuente a partir de ahora no estará formada por el blanco y negro de los héroes y villanos, porque solo hubo oportunidad de que una de las partes, el vencedor final, pudiera escribirla. No, el verdadero y serio papel de los historiadores modernos y contemporáneos es el de saber conjugar, cual equilibrista avezado, todos los puntos en cuestión, darle a cada protagonista lo que merezca en sus aspectos negativos y positivos y producir al final un compendio justo de cómo se ha construido, y destruido, esta Nación. El debate está en la palestra pública considerando las series de televisión que les está narrando a las nuevas generaciones una concepción distorsionada de su país y con énfasis en el papel de los mayores asesinos y terroristas, presentándolos en formas bastante cuestionables y con el notable riesgo de que sus macabras actuaciones tengan justificación moral o social. Está haciendo carrera la peligrosa tesis de que como no se puede desconocer la historia hay que contarla y es válido hacerlo desde la rocambolesca vida de los asesinos, preferentemente, lo que de paso asegura mayor rating, publicidad y por ende ingresos. Ni más faltaba que desconociéramos que, para la masa humana, es más interesante Rambo que Gandhi puesto que la excitación sensorial obedece a impulsos fuertes que desencadenan la sangre y los disparos. Ni las palabras ni mucho menos la meditación tienen teatros llenos, pero resulta irresponsable y sin ningún asidero serio que nos intenten convencer de que la historia nacional se escribirá solo desde caínes, escobares, roas, prostitutas de la mafia, soplones y sapos narcos. Y falta convertir en best seller y éxito de taquilla aquella parte de la extrema izquierda irracional, terrorista y secuestradora. ¿Y las víctimas? ¿Y aquellos verdaderos héroes que sí pusieron el pecho por razones altruistas y de defensa del país? ¿Y los tonos grises y medios? Bien, gracias, solo sirven de extras, de actores secundarios. Y así vamos, no solo tratando de expiar nuestras culpas a punta de convertir en personajes importantes a quienes solo merecen repudio, rechazo y exclusión, sino dándoles toda la razón a quienes, desde el extranjero, solo ven a Colombia como un país donde casi todos sus habitantes son mafiosos, guerrilleros, paracos, prostitutas y corruptos. Todo de ello hay, y seguramente habrá, pero nunca han sido ni serán la mayoría. “Resulta irresponsable y sin ningún asidero serio que nos intenten convencer de que la historia nacional se escribirá solo desde caínes, escobares, roas, prostitutas de la mafia, soplones y sapos narcos”. EDITORIALITO Terminó la temporada de la Semana Santa con balances positivos: mucha afluencia de visitantes y pero ante todo, total tranquilidad. Una temporada sin alta accidentalidad, pero también sin desastres, como ha ocurrido en los últimos años.