Acaba de pasar El Día del Trabajo y nadie recordó a esa mujer sorprendente. Lo hicieron sólo una vez en su pueblo natal, Bello, hace algunos años. Joven, hermosa,esbelta, de cabellos largos, y semblante entre pícaro y firme, nació en 1896, hija de una campesina. Sabía leer y escribir, fue trabajadoraen la Fábrica de Tejidos de Bello -la primera fábrica que en sentido estrictohubo en el país- y lideró allí la primera huelga de mujeres en Colombia. Vivió sus últimos años con su madre en Medellín a cuatro cuadras de la casa de María Cano, por lo cual se especula acerca de si se conocieron. Murió electrocutada en absurdo accidente cerca de su vivienda a la edad de treinta y dos al recoger con sus manos una “primaria” de la luz que se había desprendido, para evitar así que alguien pudiera lastimarse.
La huelga se inició el 12 de febrero de 1920. Participaron cuatrocientas mujeres y fue un asunto singular: se dio en el Departamento machista de las matronas abnegadas, y además ultraconservador y católico hasta el fanatismo; las reclamantes, sin tener organización sindical, ganaron todos los puntos de su pliego de peticiones y fueron a quienes por primera vez se les oyó usar en Colombia la palabra “huelga”. Protestaron por recibir un salario inferior al de los hombres, por la excesiva jornada laboral, por poder trabajar con zapatos y no descalzas como les exigía el dueño de la empresa, y contra los abusos de supervisores y capataces a su dignidad de mujeres.
El entorno de la vida de la líder comprende una de las etapas más interesantes del devenir nacional, el comienzo de la industrialización en Antioquia, donde el ciclo comercio-minería-café permitióla acumulación original imprescindible para crear industria. Obraron aquí también circunstancias culturales: la creación de dos instituciones,la Escuela Nacional de Minas de Medellín, en donde se formó la futura burguesía industrial del Departamento, y la Escuela de Artes y Oficios de Medellín, dedicada a preparar la clase obrera indispensable para el funcionamiento de las fábricas. Además la marca moraldel Modelo Empresarial Antioqueño, especie de alianza entre catolicismo y productividaden que la iglesia manipulaba la mente de los trabajadores e infundía su ética, y los empresarios, que hablaban en católico pero negociaban en protestante, obtenían pingües beneficios de la explotación del trabajo asalariado.
Hoy la industria nacional es un vestigio del ayer, pues hemos regresado al modelo económico de la Colonia Neogranadina (minería y, ahora, represas) de la mano de las multinacionales. Es decir, estamos en una neocolonia que aplaza cada vez más la entrada a la Modernidad.
La mujer de quien he venido hablando es Betsabé Espinal. Imagino a su madre en el oficio de lavandera, y la fantasía me lleva también a instalarmeen su mente de niña de once años para percibir su diálogo interior: “Mamá, ayer, como todos los días, te vi lavando la ropa de los otros con ese jabón de mala calidad que se ha robado los colores de tus manos, y entonces pensé: mamá, entre vos y yo vamos a empezar a lavar el cielo de la patria, sus montañas, sus caminos y sus ciudades para que se acaben para siempre la pobreza de nuestro pueblo, la muerte de tantas personas y la angustia por sobrevivir que muchos sufrimientos nos ha obligado a soportar. Ese día volverá el color de las flores a tus manos y en Colombia veremos la luz de la paz y la justicia”.
Gracias, Betsabé, por inducir a la imaginación y hacer pensar que las utopías son posibles.