Humildad y soberbia. Por Alexander Molina Guzmán

Hay que reconocer que Benedicto XVI ofreció una lección de humildad por haber renunciado en vida al papado que ostenta, al margen de las verdaderas casusas que la hayan originado. Sin embargo, en la última misa que ofició el pasado Miércoles de Ceniza, dejó entrever su malestar al expresar que “Jesús denunció la hipocresía religiosa, el comportamiento de quienes buscan el aplauso y la aprobación del público”. A poco entendedor pocas palabras; como dice “Suso el Paspi,”, ¡el que lo entendió lo entendió! Se había vuelto tradición que el Papá no dimitiera, sino que la muerte fuera la que lo venciera de manera natural o provocada. Pero el actual Papa dijo no más pues, según él, ya no tenía fuerzas para continuar; no se atornilló al poder, no se aferró como una lapa, no se momificó aferrado a su báculo. Fue un gesto de humildad, en el sentido de aceptar, lógicamente, que las instituciones son más perdurables que los hombres, así muchos de los que detentan el poder se crean la institución misma y piensen que si ellos se mueren, muere la institución que representan: Puede ser el caso de Fidel, de Chávez, de Uribe Vélez y otros más. No. El mundo, la historia, el Estado o lo que sea, seguirá sin ellos. Por otro lado, hace unos días, aquí en Colombia fue noticia un acto de soberbia de alguien que se cree el Todopoderoso: Alejandro Ordoñez Maldonado, procurador general de la nación. Basta con leer los detalles del matrimonio de su hija (http://www.semana.com/nacion/articulo/el-poder-del-procurador/332821-3), para llegar fácilmente a la conclusión que este señor, sin ningún pudor, utilizó la boda de su hija para organizar su autocoronación. Sólo con saber que la misa se ofició a la antigua, en latín y de espaldas a los feligreses; que la máxima autoridad eclesiástica le prestó ornamentos en oro del siglo XVIII; que fueron los pesos pesados del poder político, legislativo y judicial, con el Presidente de la República a bordo; que se escuchó La Misa de Coronación, de Mozart, nos podemos imaginar que se creó un ambiente de consagración para él. Y, claro, al mismo tiempo fue un acto de sometimiento, pues muchos se sintieron obligados a asistir porque saben que de un plumazo les puede decretar la muerte política; entre los asistentes estuvieron algunos que están siendo investigados por él y otros que pueden entrar en capilla. Sencillamente, el Procurador General ha utilizado su poder para que le teman. Yo apostaría, a que más de un político preferiría la excomunión, así sea hecha por el mismo Papa, con tal de no ser un muerto político en manos del Procurador General.

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