Inquietante crisis

Lo peor de las crisis sociales: el fortalecimiento de las extremas derechas. Se vigorizan por el miedo de las clases medias ante su pauperización y posible desaparición. Recuerdan a Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, hijos de la crisis post-primera guerra mundial; al Milei de la crisis argentina y al Chávez de la venezolana. Periodos para encubar huevos de serpientes.

Crisis del empleo colombiano incapaz de conmover a la elite. Siempre dispuesta a radicalizar la avaricia empresarial y a afinar los tentáculos financieros. A consolidar la insensibilidad humana, germen de la podredumbre.

Crisis de credibilidad institucional. Colombianos corrientes descreen del Estado, de sus instituciones legales e ilegales. 87% desconfía del sistema judicial; 64%, de la Fiscalía; 70%, de la Corte Suprema; 39%, de las Fuerzas Militares. Disminuye confianza presidencial, peor la del Congreso. Perciben los partidos políticos como bandas delincuenciales dirigidas por viejos capos del crimen y la corrupción. Instituciones desacreditadas, inoperantes, fango donde se alimenta la extrema derecha.

Aborrecen los manejos antipolíticos de la política, el Estado sumido en el caos. Presidencia trabaja por el brillo presidencial; Fiscalía y Procuraduría, por el de Uribe; el Senado, para sus jefes políticos; los senadores, para sí y para su mejor postor. Ninguna unidad política en el horizonte, ningún criterio sano de país para superar las crisis, para recuperar la estabilidad. Para reparar su sistema inmunológico tan deteriorado, su sistema vital tan saqueado. Solo voracidad del más fuerte, del más astuto, del más delincuente, origen del gran desplome. Miseria de la política.

Cunde la crisis en el territorio nacional, matazones por motivos económicos. Decadencia si es guerrilla o paramilitar, lo mismo el ELN o Los Pachencas, igual las Disidencias o el Tren de Aragua. Todos al tráfico de droga, a la minería ilegal, al secuestro, a la extorsión. Negocios lucrativos en absoluta impunidad, ninguna ley los alcanza.

Hasta resulta increíble la manipulación de campesinos, por parte de bandas delincuenciales, contra el ejército nacional. Quizás ellos defiendan sus economías, sus vidas tan criminalizadas por el Estado y por latifundistas. Quizás prefieran cultivar coca que morir de hambre, la minería ilegal que cadáver de cementerio olvidado.

Similar acontecimiento en ciudades. Ante semejante crisis esencial, el exceso de desempleo, el abundante empleo chatarra, fácil el narcomenudeo, el atraco callejero, la inhumana prostitución. Fácil laborar en bandas delincuenciales, apoyado por jueces y policías corruptos. Última estrategia para sobrevivir en la inoperancia estatal y la enorme podredumbre.

“Todas las situaciones críticas tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina”, afirmaba Víctor Hugo. Ojalá ésta no nos ciegue, ojalá nos ilumine.

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