En reciente entrevista para LA NACIÓN, el presidente nacional de la Cámara Colombiana de la Construcción, Camacol, Guillermo Herrera, hizo una radiografía sobre las ventas de vivienda y la iniciación de nuevas obras de vivienda en el país: “entre enero y agosto del 2023 se vendieron 87.156 unidades, frente a las 173.575 en el mismo lapso del 2022, lo que quiere decir que las ventas se redujeron en 86.419 unidades (-50%). La contracción en las ventas de vivienda se explica principalmente por el segmento de vivienda de interés social (VIS), el cual reportó una disminución del 54% en el periodo analizado. Durante este año se han vendido 68.121 VIS menos que el año pasado, tendencia que se explica, entre otras razones, por las condiciones económicas caracterizadas por tasas de interés altas, una inflación que no está cediendo al ritmo esperado y un proceso de ajuste de los programas de la política de vivienda. Las iniciaciones de vivienda nueva también disminuyeron: 24% entre enero y agosto frente al mismo lapso del 2022. Las de VIS se contrajeron 25%”.
Y sobre el Huila, el dirigente gremial expuso que “entre enero y agosto de 2023 se han lanzado 961 viviendas, lo cual representa una reducción del 56% frente al mismo periodo de 2022 cuando se lanzaron 2.166. Las ventas también caen, aunque a un menor ritmo que el agregado nacional. De esta manera, se han vendido 1.758 viviendas en 2023 frente a las 2.289 registradas en 2022 (-23%)”.
Las cifras expuestas por el presidente de Camacol inquietan en el sentido de que la vivienda es un sector dinamizador de la economía colombiana. Cualquier cosa que pase con las ventas de vivienda en el país debe importarle a cualquier colombiano. Si a la vivienda mal y al sector de la construcción le va mal, es una mala señal por donde se le mire.
El gobierno nacional tiene el inmenso reto de no dejar marchitar este renglón de la economía que representa empleo en las regiones.