Juan sigue gritando

«Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.» (Lucas 3,1-6)

El camino del Adviento nos va presentar varios personajes. En este segundo domingo aparece en la liturgia la figura y la personalidad de un hombre excepcional, a quien le corresponde realizar la extraordinario misión de preparar y allanar la llegada de Jesucristo, el Emmanuel, el Dios con nosotros. Esta figura no es otra que Juan el Bautista. Es aquel personaje bíblico que grita mucho en el desierto del hombre. Lo hace porque ve al pueblo dormido y quiere despertarlo, lo ve apagado y quiere encender en él la fe en un Dios Salvador.

Su grito se concentra en una llamada: «Preparad el camino del Señor». ¿Cómo abrirle caminos a Dios? ¿Cómo hacerle un espacio en nuestra vida? Juan me conduce con su misión a una búsqueda personal del Señor, que se hace hombre y frágil como yo. Para muchos, Dios está hoy como oculto y encubierto por toda clase de prejuicios, dudas, malos recuerdos de la infancia o experiencias religiosas negativas. ¿Cómo descubrirlo? Lo importante no es solo pensar en la Iglesia, los sacerdotes, la Eucaristía o la moral sexual. Lo primero es abrir el corazón y buscar al Dios vivo que se nos revela en Jesucristo. Dios se deja encontrar por aquellos que lo buscamos.

Hoy Juan nos invita a vivir una atención interior, experiencia íntima con Aquel Dios que, se hace Niño para llegar a mi encuentro y desde allí rescatarme y darme la salvación. Para abrirle un camino a Dios es necesario descender al fondo de nuestro corazón, al fondo de nuestras miserias. Quien no busca a Dios en su interior es difícil que lo encuentre fuera. Dentro de nosotros encontraremos miedos, preguntas, temores, deseos, vacíos… No importa. Dios está ahí. Él nos ha creado con un corazón que no descansará si no es en él. Con un corazón sincero. No ha de preocuparnos el pecado o la mediocridad.

Lo que más nos acerca al misterio de Dios es vivir en la verdad, no engañarnos a nosotros mismos, reconocer nuestros errores. El encuentro con Dios acontece cuando desde dentro decimos esta oración: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador». Éste es el mejor camino para recuperar la paz y la alegría interior. En actitud confiada. El miedo ha cerrado a muchos hombres y mujeres el camino hacia Dios. Tienen miedo a encontrarse con Él, sólo piensan en su juicio y sus posibles castigos. No terminan de creerse que Dios sólo es amor y que, incluso cuando juzga al ser humano, lo hace con amor infinito, con misericordia.

El quiere llegar a nuestro ser para rescatarnos. Despertar la confianza total en este amor puede ser comenzar a vivir de una manera nueva y gozosa con Dios. Caminos diferentes. Cada uno ha de hacer su propio recorrido. Dios nos acompaña a todos. No abandona a nadie y menos cuando se encuentra perdido.

Lo importante es no perder el deseo humilde de Dios. Quien sigue confiando, quien de alguna manera desea creer es ya «creyente» ante ese Dios que conoce hasta el fondo el corazón de cada persona. Después de este proceso de conversión, demos el paso de Juan, que grita anunciando la Salvación. Nuestras familias, nuestros compañeros de trabajo, los de la calle, todos necesitamos la salvación, que no es más que aceptar en nuestra vida a Dios que se hace hombre.

NOTA: El próximo Miércoles 8 de Diciembre, celebramos la Fiesta de Nuestra Señora la Inmaculada. En muchas parroquias algunos niños celebran su Comunión solemne, acompañémoslos con nuestra oración. Gracias a cada catequista, que junto a los Padres de Familia de esforzaron por trasmitir estas lecciones sagradas.

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